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jueves, 8 de agosto de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 3.

Capítulo 3.

Daniel:

Cierro la puerta de su habitación con una sonrisa en la cara; no sé por qué, pero el hecho de escuchar mi nombre en sus labios me ha gustado, y ese extraño calor en el pecho también.
¿Qué es? Nunca lo he sentido, o sí…. No, es imposible, aquello era amor, cariño. Esto no. No puede ser. Me prometí no volver a sentirlo nunca más, después de aquel día, no.
Llego a mi habitación, que está en el área restringida al alumnado. Haber pasado por lo que he pasado ha dado sus frutos, al menos así estoy cerca de “Él” si necesito algo. Entro en mi habitación y me meto en mi cama, sin quitarme la ropa, sin hacer nada, solo me acuesto y cierro los ojos. No me duermo; aunque tengo sueño, no lo hago, no puedo. Necesito saber qué es esta sensación. ¿La quiero? ¿De verdad, en menos de veinticuatro horas, me he enamorado de ella? No, solo son sus ojos, que tienen algo atrayente, o, tal vez, son sus labios, que tienen la pinta de nunca haber sido besados. Me siento frustrado, no soy así, soy Daniel, el intocable, el odioso, al que todo el mundo teme y admira, no un estúpido adolescente que se deja llevar por un rostro bonito.
Me giro en mi cama, buscando una buena posición para dormir, pero no encuentro ninguna, mi mente está perdida, no sabe si creer u olvidar. Cierro los ojos.
“-Daniel, hijo mío, duerme solo.
-No quiero.
-¿Por qué?
-No quiero que se vaya.
-¿Por qué se iba a ir?
-Porque el monstruo malo está en el armario.
-Daniel, no hay ningún monstruo, ven con mamá. Él está cansado, necesita dormir.
-Pero…
-Vamos.-Me extendió una mano y yo la cogí. En la oscuridad de la noche vi sus ojos naranjas, que eran totalmente diferentes a los míos y me sentí a salvo. Salí de la habitación para entrar en la mía, todo estaba oscuro y tenía miedo.
-Mamá no te vayas.
-¿Quieres que me quede? -Yo asentí quedamente y ella sonrió. Me acosté en la cama y cerré los ojos, sentí algo cálido en el pecho, era la tranquilidad de tenerla a mi lado, era el hecho de quererla tanto.”
Me levanto sobresaltado de la cama, con lágrimas en los ojos. Para algunos este sueño es insignificante, un producto de la imaginación; en mi caso, es un recuerdo, un recuerdo intrascendente si no fuera por el hecho de que mis padres no están. Murieron. Hace mucho. A manos de un traidor.
Me acerco a la ventana, ese sueño me lo ha demostrado. No solo que los echo de menos, eso yo ya lo sabía, sino que lo que siento por esa niña es amor o algo muy parecido. Los he defraudado, prometí no volver a amar a nadie. Ahora mi corazón ya no les pertenece a ellos, sino que ahora le pertenece a una completa desconocida y eso, lo voy a cambiar. Voy a hacer que ese amor se convierta en odio, o que, al menos, ella nunca se acerque a mí, no la quiero en mi vida, a ella no.
Beatriz:
Abro mis ojos al sentir que la luz entra por la ventana. Me incorporo y miro a mi alrededor, no ha sido un sueño. Estoy en un horrible lugar con mi espantoso padre. Me  levanto de la cama y me siento en una silla que hay junto a un escritorio y miro la estancia. Las paredes son beis y todos los muebles de madera oscura. Tengo una ventana justo detrás del escritorio; que está tapada con una cortina blanca. Las cosas en este lugar parecen no tener vida. Estoy segura de que si dejan a alguien aquí más de veinticuatro horas, se vuelve loco.
Me levanto de la silla porque me ruguen las tripas. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí. Miro mi ropa y veo que tengo mis pantis, y mi chaqueta negros. Abro el ropero para encontrarme con un montón de faldas color azul marino con rayas verdes y camisas blancas. Aparto la mirada rápido antes de quedarme ciega con esa ropa tan espantosa. Y entonces, cuando estoy a punto de cerrar las puertas, el asa de una mochila me lo impide; la saco del ropero y cuando bajo la cremallera, una sonrisa, poco frecuente, las cosas hay que decirlas, se estampa en mi cara. Mi ropa, no toda, pero más o menos, la mitad está ahí. Saco unos vaqueros negros, unas bragas, un sujetador y una camisa, pero en seguida me doy cuenta de que no sé dónde está el baño, así que vuelvo a meter mi ropa interior en la bolsa y busco mi cepillo.
Salgo de la habitación ya preparada, bajando la cabeza y poniéndome la capucha. No sé a dónde ir. Así que me decanto por la derecha. Oigo un murmullo de voces, tal  vez de cientos, pero que están bastante lejos. Sigo a mi oído, y encuentro unas escaleras. Cuando llego al pie de estas, veo otra justo en frente. Estoy en un hall enorme, decorado con un montón de cuadros antiguos de personas con mis ojos.  
Hay tres puertas a mi alrededor: una a mi izquierda, otra a mi derecha y otra justo detrás de las escaleras que tengo en frente. De esta salen las voces, así que me dirijo a ella.
La abro y veo que hay mucha gente desayunando; todos se giran  y se sorprenden al verme. No me muevo, no sé qué hacer, no quiero levantar la cara, no quiero que me vean, pero necesito saber dónde están Daniel y Arthur.
-¿Y tú quién eres? -pregunta alguien colocando su mano encima de mi hombro. Es una voz fina, y demandante. Parece la de una típica niña rica.
-Y a ti qué te importa.-Miro su mano que tiene la manicura perfectamente hecha y me la sacudo de encima-. No me toques.
-¿Encima de que interrumpes nuestro desayuno me contestas de esta manera?
-Mira, yo no tenía intención de interrumpir a nadie; solo estoy buscando a…
-No me importa a quién estés buscando, seguramente no está aquí. Esto es una escuela privada y no entiendo cómo has llegado a este lugar, así que ahora mismo puedes ir saliendo por la puerta.
-¿Y si no quiero? ¿Qué me vas a hacer?
-Fácil -contesta y sin tocarme siquiera, llego a la mitad de la estancia; estoy flotando y suelto un gemido cuando caigo en picado al suelo y mi espalda cruje.
-¡Úrsula! –La chica se gira y la sonrisa que tiene en la cara se ensancha.
-Hola Daniel, solo estoy sacando la basura.-Daniel le echa una mirada furibunda a la muchacha-. ¿Qué te pasa, cariño?
-Mejor cállate. Beatriz, ¿estás bien? ¿Por qué no llevas el uniforme?
-Las faldas y yo no nos llevamos bien y menos aún si no son negras.-Arthur que está detrás de Daniel, se acerca a mí y me da la mano. Cuando le miro a la cara tiene una ceja alzada. Su cara me hace tanta gracia que aunque no me suelo reír, no lo puedo aguantar y suelto una carcajada.
-¿La conoces?
-Sí, es una de los nuestros.
-¿De qué clase?
-Baja -contesta demasiado rápido.
-¿De qué están hablando? -Le pregunto a Arthur.
-Después te lo digo, ahora tienes que venir conmigo.-Asiento, pero cuando él me coge de la mano para sacarme de allí me vuelven a sonar las tripas. Él se gira y me mira, luego mira a Daniel-. Daniel, ¿me harías el favor de traerle algo de comer a esta chica? -Daniel me mira y asiente. Le echo un vistazo a este último antes de irme, y por alguna razón siento que es distinto conmigo que con los demás. De repente está tan serio y después tan comprensivo…-. Ten cuidado con Úrsula, es… ¿Cómo decirlo?
-¿Creída, pija, estúpida…?
-Sí, sí, eso también, pero sobretodo muy vengativa y celosa y estoy casi seguro de que te va a hacer pagar por lo que acaba de pasar.
-¿Qué? ¿Pagar? ¿Yo? Pero si no le he hecho nada.-Suspiro.-. Me cae mal y eso que no la conozco.
-Pues cuando la conozcas no la vas a querer ni ver.-Pongo los ojos en blanco.
-¿Y se va a vengar por lo que le dije?
-Si fuera por lo que le dijiste, el lanzamiento por los aires hubiera bastado, pero se metió Daniel y….
-¿Qué tiene que ver que se metiera Daniel?
-Úrsula lleva detrás de él desde que lo conoció, pero Daniel no le hace ningún caso. Él te acaba de defender y ella, como es una de las más poderosas de aquí, está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere y le jode y mucho que la nueva, que encima es de clase “baja” -dice baja haciendo comillas en el aire-, reciba más atención de él que ella.-Yo asiento.
-¿Por qué dices “baja”? -pregunto haciendo el gesto que él había hecho.
-¿No está claro? -Yo niego-. A ver, aquí hay como una especie de ranking de poder; supuestamente, primero está Daniel; después Úrsula; después, mi hermana y yo; luego, Miriam; las lacayas de Úrsula que son las hermanas Valeria y Roxana y después sigue bajando, ¿sabes? Hay como quinientos alumnos aquí. No te los voy a decir todos, pero lo que nadie sabe, sino el señor, Daniel, mi hermana y yo es que hay una persona aparte  que está antes de Daniel, y esa persona… -Entramos en mi habitación y cierra la puerta-. Eres tú.-Abro la boca ya que no me entero de lo que está hablando.
-¿Qué hablas de poder? ¿De personas que son más populares o algo? Porque si es de eso te aseguro que yo debo de estar al final de esa lista.-Arthur suelta una carcajada muy escandalosa que hace que resuene en mis oídos.
-¿De qué te ríes, Arthur? -pregunta Daniel que acaba de entrar.
-De nada.-Le dice-. A ver, Beatriz ¿tú sabes algo de tu padre, o de alguno de nosotros?
-No, nada.
-Esto va a ser divertido -dice con ironía Arthur y Daniel lo fulmina con la mirada.
-Beatriz, ¿tienes idea de cómo te levantó Úrsula?
-La verdad es que no, pero te agradecería que dejaras de hablarme como una niña pequeña, que ya soy mayorcita.
-Te hablo así porque no sé cómo te vas a tomar lo que te voy a decir ahora.-Asiento no muy convencida-. ¿Crees en la magia?
-No, sí, venga, y en los unicornios también.-Arthur vuelve a soltar una carcajada, pero esta es mucho más estrepitosa y acaba encima de la cama dando pataletas, como si no pudiera controlar su cuerpo.
-Arthur, para, que esto es importante.
-¿Pero es que tú has oído lo que acaba de decir y su tono de voz? -pregunta mientras se quita las lágrimas de los ojos. Daniel no aguanta más la fachada de chico serio y maduro y empieza a reírse él también, sentándose en la cama.
-Pues yo no le veo la gracia.
-¿Qué le ves de malo a los unicornios y a la magia? -pregunta Arthur, dejando de reír y acostándose en la cama boca arriba.
-Pues que los dos son ficticios.
-¿Qué ves tú de ficticio en esto? -Vuelve a preguntar Daniel, levantándose de la cama. Sube una mano a la altura de mi cara y la mueve. Mi boca se abre al ver que de la nada sale un arco de fuego.
-No, no, no, no, no, no, no, no, no, no. Tengo que estar en un sueño, es imposible que de un día para otro mi vida cambie tanto.-Suspiro-. Si ese fuego es de verdad, yo soy la reina de Roma.
-Hola alteza -dice Arthur dando un brinco de la cama y haciendo una reverencia.
-ja, ja, ja -digo.
-¿Te lo crees?
-¿Me queda otra?
-No -contestan los dos a la vez y cómo no, mi barriga se vuelve a quejar.
-Voy a traerte algo de comer -dice Daniel. Sale de la habitación y me quedo sola con Arthur.
-¿Conocías a tu padre? Me refiero, antes de encontrártelo.
-No, ni siquiera sabía nada de él, pero supongo que cuando miras a alguien a los ojos y ves que son iguales que los tuyos, sabes que tiene algo que ver contigo.
-¿Qué sentiste cuando lo viste?
-Rabia, yo nunca quise conocerlo, y ahora encima me trae a un sitio en el que no encajo, un sitio en el que no conozco a nadie y no sé quiénes son mis amigos y quienes son mis enemigos.- Me paro a pensar, ¿amigos? Nunca los había tenido, no entiendo por qué digo esa palabra. Si nunca los he tenido, ¿para qué quiero saber quién es quién?
-Yo soy tu amigo, yo jamás te haría daño, puedes confiar en mí para todo, Beatriz… -para y me mira-. Bueno y Daniel también es tu amigo, o más o menos.-Sonríe.
-¿Por qué lo dices?
-Porque él nunca le sonríe a nadie y todo el mundo le tiene respeto.
-Pues bien que se rió antes.
-Si te digo la verdad es la primera vez que lo oigo reír.
-¿En serio?
-Sí, pero cualquiera no se ríe con lo del unicornio.-Vuelve a soltar otra carcajada. Yo lo miro mientras se ríe y por alguna razón, echo de menos a mi madre y sé que aunque voy a hacer mi primer amigo y que va a ser de por vida, lo voy a pasar muy mal por estar en este lugar.
-Ah, casi se me olvida, Beatriz. Ponte estas lentillas para que nadie sepa quién eres, nunca salgas sin ellas ¿de acuerdo? -Asiento, las cojo, me acerco al espejo y me las pongo.
-Venga, come rápido que hay que ir a clase -dice Daniel entrando por la puerta y entregándome la bandeja con comida. Me meto unos cuantos bollos en la boca a toda velocidad.
-¿Qué hay que ir a dónde?
-A un sitio que es muy divertido y en el que se suele aprender.
-Si quieres puedes utilizar un poco de esa magia que me enseñaste antes y matarme, no tengo ningún inconveniente.
-Vamos, o te juro que te llevo como a un saco.-dice Arthur.
-Atrévete.
-Has sido tú la que me lo ha dicho.-Se levanta de la cama y me levanta, colocándome en el hombro como a un saco y sacándome de la habitación, como si no pesara nada-. ¿Estás cómoda?
-¡Noooooo! ¡Bájaaaameeee!

-Hasta que no lleguemos a clase, olvídate.-Oigo una risa procedente de uno de los lados y veo que es Daniel. Me mira y me dedica una preciosa sonrisa con los dientes totalmente blancos y perfectos, haciendo que algo se mueva dentro de mí, pero al ver que solo es un momento y que no vuelve a pasar, doy por sentado de que son cosas mías. Pongo mi cabeza como estaba originalmente, esperando que no haya notado nada de lo que pasa en mi interior.

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 2.

Capítulo 2.

Siento no subir ayer, esto de estar en verano afecta (no sé en que día de la semana estoy hahahahaha) Disfrutad, Subo dos por la tardanza. Besos

Beatriz:

-¿A dónde me llevan? -pregunto mientras me siento en ese estúpido furgón. Bajo la cabeza ya que no quiero que Arthur me vea.
-Hola a ti también.
-Arthur, no intentes ser amable.-Oigo una voz femenina.
-Katherine, cállate.
-No me llames así, imbécil.
-Callaos los dos.-Una voz nueva aparece, no es la de mi padre, de eso estoy segura. Levanto la cabeza y veo que enfrente de mí hay dos chicos: uno con los ojos cerrados al lado de la ventana y el otro a su lado, justo enfrente de mí, y como había pasado con Mark hacía una media hora, abre la boca y los ojos casi se le salen de las órbitas.
-Arthur, ¿sabías que después de abrir la boca hay que volverla a cerrar? -La chica suelta una carcajada, riéndose de su propio chiste.
-¿La has visto?
-¿El qué?
-A ella.
-Sí, está ahí sentada.-Los comentarios me parecen cada vez más estúpidos.
-No, Katherine, su cara.
-¡No me llames así!
-¿Podrías…? -Me giro sin hacerle caso y pongo mi cara a salvo-.Por favor.-Alarga su mano en mi dirección.
-Como te atrevas a tocarme el pelo, prepárate para decirle adiós al mundo.-Oigo una risa escandalosa que procede de mi lado izquierdo.
-Cuidado Arthur, que muerde.
-Katherine, cállate. Arthur, ¿qué quieres enseñarnos?
-Si se quitara el pelo, lo entenderíais.-De repente, sin quererlo, mi cabeza se alza y mi pelo se hace hacia atrás, haciendo que pueda ver a las tres personas que tengo alrededor. Una chica, supongo que Katherine, me mira con asombro. Tiene el pelo marrón casi rubio, y unos ojos de un intenso color ámbar; estos tienen la forma alargada y grande de los de un gato. Su pelo cubre una marca de alguna caída en el lado izquierdo de la cara, y sus labios, anchos y rojos, están abiertos por la impresión. Tiene el cuerpo delgado y tenso. El chico que me subió al furgón, Arthur, tiene la misma expresión que la otra chica, y sus rostros son prácticamente iguales, diferenciando, tal vez, que sus ojos son un poco más pequeños, que no tiene la marca de la cara, que tiene las facciones mucho más marcadas y que la nuez, de la que carece la chica, está muy acentuada.
El tercer y último chico, del que desconozco el nombre, tiene el pelo oscuro y los ojos más verdes e intensos que he visto nunca. Su nariz, recta pero gruesa, queda a la perfección con sus labios finos. Tiene la mano apoyada en el hueco de la ventana y me mira con hastío.
-Tiene sus mismos ojos -dice Katherine. Intento bajar mi cabeza, pero no puedo.
-Déjalo, no te va a servir de nada.-Me advierte el de los ojos verdes.
-¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Solo intentando que no bajes la cara.
-¿Por qué?
-Porque no entiendo por qué tú tienes sus ojos, nadie los tiene, solo los puede tener su heredero, a no ser que tú seas su…
-¿Hija? -pregunta Arthur sorprendido-. Daniel, ¿eso es posible?
-De él sabemos muy poco, solo que es nuestro maestro.
-¿Pero ella? ¿Una chica a la cual viene a buscar, no sé,… quince o dieciséis años después? -pregunta Katherine irritada.
-Se parecen -contesta Arthur-. De eso no hay duda.-Daniel se pone recto en su asiento y estira la mano hacia mí, alcanzando mi muñeca, y poniendo los dedos índice y corazón encima, busca algo que yo no tengo.
-Pierdes el tiempo, nadie nunca lo ha encontrado.
-No tiene pulso -afirma Daniel, ignorándome.
-Te lo he dicho.
-Eso quiere decir que no tiene corazón -dice Katherine sin sorprenderse mucho, como si eso fuera normal.
-Definitivamente es su hija -declara Daniel.
-La magia corre por sus venas.-Le sigue Arthur.
-Es una “Sin corazón”.-Termina Katherine.
-¿Magia? ¿Sin corazón? ¿De qué demonios habláis? -La puerta de la furgoneta se abre y el asiento que está al lado de Arthur es ocupado por “Él”.
-Dejad de hablar de cosas que ella no entiende.
-¿Se lo vas a contar? -pregunta Daniel. Parece que es el único que no ha perdido la compostura con la presencia de “Mi padre”.
-Es mi hija, tiene que saber las cosas de la familia, ¿verdad, Beatriz? -Trago saliva, odio las palabras hija y Beatriz en la boca de ese hombre.
-No me llames así.
-Bueno, como quieras.-Mete la mano dentro del bolsillo y cuando la saca veo que tiene algo brillante en ella-.Tu madre me dio esto para ti.-Y lo tira, cae en mis manos y entonces veo que es su colgante.
-¿Por qué me separas de ella?
-Porque tú eres demasiado especial como para estar a su lado, eres mi hija quieras o no, y hay mucha gente que te quiere únicamente por esa razón.
-Hablas como si me estuvieras salvando y estoy segura de que esa no es tu intención.
-No, aparte de eso te necesito, eres la última de nuestra especie y como alguien me mate a mí, luego irán a por ti.
-¿Por qué?
-La gente solo quiere poder, y tu padre tiene mucho.
-Tu padre y tú podéis destruir el mundo si queréis -habla por primera vez Arthur desde que “Él” se ha subido al coche.
-Arranca.-Le ordena mi padre a alguien que no consigo ver. El coche arranca y me despido de mi casa, ya que sé que no la voy a volver a ver en mucho tiempo.
-¿A dónde me llevas? -pregunto colocando el colgante de mi madre en uno de mis bolsillos.
-A tu nuevo hogar, por supuesto -contesta con una sonrisa, que no hace que me tranquilice.
-¿Y eso es…? -pregunto desesperada.
-Ya lo sabrás cuando lo veas -contesta Daniel tajante. Me da la sensación de que no le gusto mucho, aunque también puede ser que no le guste nadie en general.
Arthur saca una baraja de cartas de la nada, y yo me quedo absorta durante unos segundos observándolas, ¿las tenía desde antes?
-¿Alguien juega? –Todos permanecen en silencio-. ¿Nadie? Venga, por favor, que el camino es muy largo.
-Yo juego, pero cállate -dice su supuesta hermana, ya que todavía no lo he confirmado.
-Beatriz, ¿tú juegas? -Me pregunta el chico que hay en frente de mí con ojos suplicantes. Levanto una ceja y Katherine se ríe.
-Me da que eso es un no, Arthur.
-¿Al menos me podrías cambiar el sitio? -No me gusta la idea de estar entre las dos personas más antipáticas del furgón, pero ya que no juego y él ha sido la única persona que me ha tratado bien y ha intentado ser amigable conmigo, no me puedo negar. Me levanto con cuidado, ni siquiera le he dado una respuesta, pero al ver que me estoy levantando, él hace lo mismo y justo cuando ya estoy de pie, el coche pasa por una curva. Arthur me intenta agarrar, pero me resbalo de sus manos  y cuando pienso que me voy a llevar una buena, alguien me sujeta. Al principio, creo que es Katherine ya que es la única que está pendiente de nuestro cambio, pero cuando miro a la persona que me ha agarrado y me ha llevado hasta él, me quedo con la boca abierta.
-Gracias.
-Un placer -dice mientras me suelta y vuelve a poner un brazo en el hueco de la ventana, y posa su cabeza en la mano. Me levanto del suelo de terciopelo del furgón y me siento en el que era el sitio de Arthur.
-¿Estás bien? -pregunta éste al que acabo de nombrar.
-Sí.-Miro a Daniel, quien vuelve a tener los ojos cerrados, como si no me acabara de salvar. Me acomodo en el sillón y miro la partida de Arthur y Katherine y como no sé qué más hacer, les pregunto lo que lleva rato rondando por mi mente.
-Por desgracia, sí. La verdad, no entiendo por qué tengo que aguantar a este idiota todos los días de mi vida, si no fuera porque cuando estamos juntos tenemos el poder completo. Te aseguro que no estaría con él.
-¿No te gusta tener un hermano? -pregunto eso, aunque tengo ganas de preguntar que qué es eso del poder completo, pero sé que teniéndolo a “Él” a mi lado no me lo van a contar, o al menos no de momento.
-Sí y no, la verdad es que no lo aguanto, pero no sé qué haría si no lo tuviera.-Arthur esboza una sonrisa triunfal-. Quita esa sonrisa de la cara, que seguro que te pasa lo mismo conmigo.
-Sí, yo tampoco sé qué haría sin ti.-Pasa el tiempo y siento que el sueño viene a por mí ya que el aburrimiento es insufrible. Y cuando siento que solo han pasado como cinco minutos, alguien me toca en el hombro y aunque noto que me tocan, no quiero abrir los ojos porque sé que la visión que me encuentre al abrirlos no me va a gustar. De repente, siento que el sillón ya no está debajo de mí y que alguien, no sé quién me está levantando. Abro un poco los ojos para encontrarme con los verdes de Daniel.
-Puedes volver a cerrar los ojos si eso es lo que quieres, te aseguro que podrás volverlos a abrir, no te voy a hacer daño, te voy a llevar a tu nueva habitación.
-¿Por qué mi padre me necesita? -pregunto con voz somnolienta. No sé cuánto llevo sentada en ese furgón, pero mi cuerpo me dice que muchas horas.
-Por tu propio bien, aquí no lo llames así o vas a tener muchos problemas; llámalo señor o maestro, y a lo de por qué te necesita… Creo que no soy el indicado para contestar a eso.-Asiento, de él me esperaba esa respuesta-. Mañana, cuando te levantes, búscame a mí o a Arthur.
-¿A Katherine no?
-En su presencia llámala Kate, no le gusta Katherine y ella no te va a proteger, en todo caso ayudaría a que te dejaran en ridículo o algo así.
-¿Por qué la llamas Katherine y no te dice nada?
-Porque se puede decir que yo soy importante y no le queda otra que aguantar lo que yo diga.-Siento que se abre una puerta, luego entra teniendo cuidado de no darme y me deposita en una cama-. Buenas noches, Beatriz.


-Buenas noches, Daniel.-Por alguna razón sé que sonríe al oír su nombre, pero no estoy segura porque estoy demasiado cansada como para saberlo.