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jueves, 8 de agosto de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 2.

Capítulo 2.

Siento no subir ayer, esto de estar en verano afecta (no sé en que día de la semana estoy hahahahaha) Disfrutad, Subo dos por la tardanza. Besos

Beatriz:

-¿A dónde me llevan? -pregunto mientras me siento en ese estúpido furgón. Bajo la cabeza ya que no quiero que Arthur me vea.
-Hola a ti también.
-Arthur, no intentes ser amable.-Oigo una voz femenina.
-Katherine, cállate.
-No me llames así, imbécil.
-Callaos los dos.-Una voz nueva aparece, no es la de mi padre, de eso estoy segura. Levanto la cabeza y veo que enfrente de mí hay dos chicos: uno con los ojos cerrados al lado de la ventana y el otro a su lado, justo enfrente de mí, y como había pasado con Mark hacía una media hora, abre la boca y los ojos casi se le salen de las órbitas.
-Arthur, ¿sabías que después de abrir la boca hay que volverla a cerrar? -La chica suelta una carcajada, riéndose de su propio chiste.
-¿La has visto?
-¿El qué?
-A ella.
-Sí, está ahí sentada.-Los comentarios me parecen cada vez más estúpidos.
-No, Katherine, su cara.
-¡No me llames así!
-¿Podrías…? -Me giro sin hacerle caso y pongo mi cara a salvo-.Por favor.-Alarga su mano en mi dirección.
-Como te atrevas a tocarme el pelo, prepárate para decirle adiós al mundo.-Oigo una risa escandalosa que procede de mi lado izquierdo.
-Cuidado Arthur, que muerde.
-Katherine, cállate. Arthur, ¿qué quieres enseñarnos?
-Si se quitara el pelo, lo entenderíais.-De repente, sin quererlo, mi cabeza se alza y mi pelo se hace hacia atrás, haciendo que pueda ver a las tres personas que tengo alrededor. Una chica, supongo que Katherine, me mira con asombro. Tiene el pelo marrón casi rubio, y unos ojos de un intenso color ámbar; estos tienen la forma alargada y grande de los de un gato. Su pelo cubre una marca de alguna caída en el lado izquierdo de la cara, y sus labios, anchos y rojos, están abiertos por la impresión. Tiene el cuerpo delgado y tenso. El chico que me subió al furgón, Arthur, tiene la misma expresión que la otra chica, y sus rostros son prácticamente iguales, diferenciando, tal vez, que sus ojos son un poco más pequeños, que no tiene la marca de la cara, que tiene las facciones mucho más marcadas y que la nuez, de la que carece la chica, está muy acentuada.
El tercer y último chico, del que desconozco el nombre, tiene el pelo oscuro y los ojos más verdes e intensos que he visto nunca. Su nariz, recta pero gruesa, queda a la perfección con sus labios finos. Tiene la mano apoyada en el hueco de la ventana y me mira con hastío.
-Tiene sus mismos ojos -dice Katherine. Intento bajar mi cabeza, pero no puedo.
-Déjalo, no te va a servir de nada.-Me advierte el de los ojos verdes.
-¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Solo intentando que no bajes la cara.
-¿Por qué?
-Porque no entiendo por qué tú tienes sus ojos, nadie los tiene, solo los puede tener su heredero, a no ser que tú seas su…
-¿Hija? -pregunta Arthur sorprendido-. Daniel, ¿eso es posible?
-De él sabemos muy poco, solo que es nuestro maestro.
-¿Pero ella? ¿Una chica a la cual viene a buscar, no sé,… quince o dieciséis años después? -pregunta Katherine irritada.
-Se parecen -contesta Arthur-. De eso no hay duda.-Daniel se pone recto en su asiento y estira la mano hacia mí, alcanzando mi muñeca, y poniendo los dedos índice y corazón encima, busca algo que yo no tengo.
-Pierdes el tiempo, nadie nunca lo ha encontrado.
-No tiene pulso -afirma Daniel, ignorándome.
-Te lo he dicho.
-Eso quiere decir que no tiene corazón -dice Katherine sin sorprenderse mucho, como si eso fuera normal.
-Definitivamente es su hija -declara Daniel.
-La magia corre por sus venas.-Le sigue Arthur.
-Es una “Sin corazón”.-Termina Katherine.
-¿Magia? ¿Sin corazón? ¿De qué demonios habláis? -La puerta de la furgoneta se abre y el asiento que está al lado de Arthur es ocupado por “Él”.
-Dejad de hablar de cosas que ella no entiende.
-¿Se lo vas a contar? -pregunta Daniel. Parece que es el único que no ha perdido la compostura con la presencia de “Mi padre”.
-Es mi hija, tiene que saber las cosas de la familia, ¿verdad, Beatriz? -Trago saliva, odio las palabras hija y Beatriz en la boca de ese hombre.
-No me llames así.
-Bueno, como quieras.-Mete la mano dentro del bolsillo y cuando la saca veo que tiene algo brillante en ella-.Tu madre me dio esto para ti.-Y lo tira, cae en mis manos y entonces veo que es su colgante.
-¿Por qué me separas de ella?
-Porque tú eres demasiado especial como para estar a su lado, eres mi hija quieras o no, y hay mucha gente que te quiere únicamente por esa razón.
-Hablas como si me estuvieras salvando y estoy segura de que esa no es tu intención.
-No, aparte de eso te necesito, eres la última de nuestra especie y como alguien me mate a mí, luego irán a por ti.
-¿Por qué?
-La gente solo quiere poder, y tu padre tiene mucho.
-Tu padre y tú podéis destruir el mundo si queréis -habla por primera vez Arthur desde que “Él” se ha subido al coche.
-Arranca.-Le ordena mi padre a alguien que no consigo ver. El coche arranca y me despido de mi casa, ya que sé que no la voy a volver a ver en mucho tiempo.
-¿A dónde me llevas? -pregunto colocando el colgante de mi madre en uno de mis bolsillos.
-A tu nuevo hogar, por supuesto -contesta con una sonrisa, que no hace que me tranquilice.
-¿Y eso es…? -pregunto desesperada.
-Ya lo sabrás cuando lo veas -contesta Daniel tajante. Me da la sensación de que no le gusto mucho, aunque también puede ser que no le guste nadie en general.
Arthur saca una baraja de cartas de la nada, y yo me quedo absorta durante unos segundos observándolas, ¿las tenía desde antes?
-¿Alguien juega? –Todos permanecen en silencio-. ¿Nadie? Venga, por favor, que el camino es muy largo.
-Yo juego, pero cállate -dice su supuesta hermana, ya que todavía no lo he confirmado.
-Beatriz, ¿tú juegas? -Me pregunta el chico que hay en frente de mí con ojos suplicantes. Levanto una ceja y Katherine se ríe.
-Me da que eso es un no, Arthur.
-¿Al menos me podrías cambiar el sitio? -No me gusta la idea de estar entre las dos personas más antipáticas del furgón, pero ya que no juego y él ha sido la única persona que me ha tratado bien y ha intentado ser amigable conmigo, no me puedo negar. Me levanto con cuidado, ni siquiera le he dado una respuesta, pero al ver que me estoy levantando, él hace lo mismo y justo cuando ya estoy de pie, el coche pasa por una curva. Arthur me intenta agarrar, pero me resbalo de sus manos  y cuando pienso que me voy a llevar una buena, alguien me sujeta. Al principio, creo que es Katherine ya que es la única que está pendiente de nuestro cambio, pero cuando miro a la persona que me ha agarrado y me ha llevado hasta él, me quedo con la boca abierta.
-Gracias.
-Un placer -dice mientras me suelta y vuelve a poner un brazo en el hueco de la ventana, y posa su cabeza en la mano. Me levanto del suelo de terciopelo del furgón y me siento en el que era el sitio de Arthur.
-¿Estás bien? -pregunta éste al que acabo de nombrar.
-Sí.-Miro a Daniel, quien vuelve a tener los ojos cerrados, como si no me acabara de salvar. Me acomodo en el sillón y miro la partida de Arthur y Katherine y como no sé qué más hacer, les pregunto lo que lleva rato rondando por mi mente.
-Por desgracia, sí. La verdad, no entiendo por qué tengo que aguantar a este idiota todos los días de mi vida, si no fuera porque cuando estamos juntos tenemos el poder completo. Te aseguro que no estaría con él.
-¿No te gusta tener un hermano? -pregunto eso, aunque tengo ganas de preguntar que qué es eso del poder completo, pero sé que teniéndolo a “Él” a mi lado no me lo van a contar, o al menos no de momento.
-Sí y no, la verdad es que no lo aguanto, pero no sé qué haría si no lo tuviera.-Arthur esboza una sonrisa triunfal-. Quita esa sonrisa de la cara, que seguro que te pasa lo mismo conmigo.
-Sí, yo tampoco sé qué haría sin ti.-Pasa el tiempo y siento que el sueño viene a por mí ya que el aburrimiento es insufrible. Y cuando siento que solo han pasado como cinco minutos, alguien me toca en el hombro y aunque noto que me tocan, no quiero abrir los ojos porque sé que la visión que me encuentre al abrirlos no me va a gustar. De repente, siento que el sillón ya no está debajo de mí y que alguien, no sé quién me está levantando. Abro un poco los ojos para encontrarme con los verdes de Daniel.
-Puedes volver a cerrar los ojos si eso es lo que quieres, te aseguro que podrás volverlos a abrir, no te voy a hacer daño, te voy a llevar a tu nueva habitación.
-¿Por qué mi padre me necesita? -pregunto con voz somnolienta. No sé cuánto llevo sentada en ese furgón, pero mi cuerpo me dice que muchas horas.
-Por tu propio bien, aquí no lo llames así o vas a tener muchos problemas; llámalo señor o maestro, y a lo de por qué te necesita… Creo que no soy el indicado para contestar a eso.-Asiento, de él me esperaba esa respuesta-. Mañana, cuando te levantes, búscame a mí o a Arthur.
-¿A Katherine no?
-En su presencia llámala Kate, no le gusta Katherine y ella no te va a proteger, en todo caso ayudaría a que te dejaran en ridículo o algo así.
-¿Por qué la llamas Katherine y no te dice nada?
-Porque se puede decir que yo soy importante y no le queda otra que aguantar lo que yo diga.-Siento que se abre una puerta, luego entra teniendo cuidado de no darme y me deposita en una cama-. Buenas noches, Beatriz.


-Buenas noches, Daniel.-Por alguna razón sé que sonríe al oír su nombre, pero no estoy segura porque estoy demasiado cansada como para saberlo.

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