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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 10.

Capítulo 10.
Sigo o en un rato, y si no el miércoles que viene un subo 4, espero que disfrutéis. Besos!!

Arthur:

Dejamos a Daniel con su hermano. Sinceramente, no sabía nada, jamás me imaginé a Daniel con un hermano, aunque supongo que la culpa es suya por no haberlo comentado nunca, pero, claro, por lo poco que he entendido de la situación, Daniel pensaba que estaba muerto; por esta razón, seguramente, no quería hablar del tema. Si Kate se hubiera muerto, no sería de mi agrado hablar de ello, más bien preferiría que nadie lo supiera, y eso es exactamente lo que hizo Daniel, ocultarlo.
Me echo a correr detrás de Beatriz cuando la veo desaparecer en la espesura de los arboles; no creo que se pierda, pero aun así, la sigo. Me  sorprendió mucho verla aparecer  en el “campo de batalla”, pero, al mismo tiempo, si te pones a pensar, no es tan raro; es como si ni siquiera un huracán pudiera vencerla. Es demasiado impulsiva y sarcástica, pero aun así me parece mona y, como no, me he fijado en ella, aunque esto no es un secreto. Creo que todos lo saben menos ella. Se desvía de la trayectoria hacia la academia, pero sé que lo hace a propósito, seguramente no tiene ganas de enfrentarse a todos allí. Se para y se sienta en una roca; yo aminoro el  paso, estoy algo agitado por la carrera, pero intento relajarme, controlar la respiración. Ella no me ha visto, ni siquiera me ha oído. Está sumida en sus pensamientos. Doy un rodeo para sorprenderla por detrás, le toco el hombro y ella me mira, asustada, luego me reconoce y se tranquiliza.
-¿Estás bien?
-Casi mato a su hermano…
-No te preocupes…-La miro y me resulta raro verla tan deprimida, no me gusta verla así-. Si me permites opinar, pienso que estabas en todo tu derecho, él mato a tu madre.
-Pero… -Me mira con los ojos llorosos, creo que ha pasado por demasiadas cosas en muy poco tiempo.- Es la única familia que le queda, a mí me queda… -Se para en seco, recapacitando; seguramente no quiere admitirlo, pero ella al menos sí que tiene a alguien.- Lo tengo a “Él”.
-Beatriz, él lleva solo toda su vida, no creo que le hubiera importado seguir estándolo.
-¡Arthur, no digas eso! Claro que le hubiera dolido. Daniel tiene corazón y aunque su hermano me haya hecho eso, él no tiene que odiar a Damon. ¿Sabes lo que ha sufrido Daniel por su hermano?
-No, ¿acaso tú lo sabes?
-Pues sí.
-Ya veo que estás muy unida a él, aunque, si mal no recuerdo, ayer estabas llorando porque te había llamado bicho raro.-Ella me mira dolida e incluso yo sé que he caído bajo, pero… Duele saber que han pasado juntos una noche y que han intercambiado secretos uno del otro y me da rabia saber que yo nunca podré intercambiarlos con ella como lo hace con él, porque yo solo soy un simple amigo y él es algo más.
-No entiendes por qué lo hizo… -Juega con las palmas de sus manos y las mira, está nerviosa, enfadada y dolida.
-Supongo que no.-Me levanto de la roca y desaparezco por el mismo sitio por el que he venido.
“Él”
Me siento en el sillón de mi despacho, odio que Beatriz se comporte así, no soporto negarle las cosas que quiere o simplemente impedirlo. Sé que no he sido un buen padre, pero no fue por mi culpa, era lo que quería ella, y yo haría cualquier cosa por Keila, o al menos lo había hecho; ahora ya no podré hacerlo nunca más. Abro el primer cajón de mi escritorio y saco un marco que está boca abajo, le doy la vuelta y lo miro. Una niña pequeña, de tan solo dos años está agarrada a una mujer. La niña tiene el pelo negro azabache, recogido en dos coletas altas; los ojos azul claros y con motitas plateadas que tan familiares me resultan, están brillando de felicidad; su nariz, igual que la de la mujer, es recta; los labios finos de la niña están curvados en una sonrisa, que deja ver unos pequeños dientes blancos; tiene un vestido azul claro que va a juego con sus ojos; unos zapatos con hebillas, negros, que dejan ver unos calcetines de encaje blanco. La mujer que mira a la niña, con un amor incondicional, tiene el pelo castaño claro igual que los ojos; su boca es igual que la de la niña, fina, pero, en cambio, ésta tiene unos dientes más grandes, pero no mucho. Viste una camisa morada, un pantalón corto negro con unas medias del mismo color y unos botines negros. Miro a la mujer con la que tanto compartí y me siento aún más vacío de lo que me suelo sentir al recordar que ha muerto. Cuando vi que Beatriz entraba llorando y con las palabras de Damon en la cabeza… casi no me pude contener para no abrazarla; quiero parecer un padre duro, porque no quiero que ella me coja cariño, no quiero que arriesgue su vida, porque aunque no lo sepa, la conozco a la perfección y lo sé absolutamente todo de ella.
Miro el cajón, que esconde el vídeo que Keila le dedicó a Beatriz cuando era más joven porque sabía que el día que me la llevara, no la volvería a ver y, menos aún, tendría tiempo de despedirse de ella. Lo saco y le doy varias vueltas, no sé si dárselo; he visto el vídeo aunque sé que eso va en contra de la privacidad, tanto de Beatriz como de Keila, pero no lo pude evitar, quería saber si Keila se había ido de la lengua, que como no, lo había hecho. Meto la foto en el cajón, lo cierro, cojo el vídeo y me levanto de mi silla. Puede que contara cosas que no tuviera que contar, pero sé que a Beatriz le sentaría bien ver este pequeño vídeo de su madre diciendo que la quiere y que siempre la va a querer, pase lo que pase. Antes de salir de la estancia cojo el portátil que debía de haber estado en su habitación desde su llegada, para que pueda ver el vídeo sin ningún problema.
Busco su mente para saber dónde está, me cuesta un poco encontrarla porque Daniel le ha enseñado a subir barreras. Está en el bosque, pero no me preocupa, siempre y cuando no se aleje más. Piensa en Daniel y me alegra que se haya enamorado de él, ya que el pobre muchacho necesita un poco de luz en su vida, y aunque a primera vista, Beatriz parece que ofrece oscuridad, quien la conoce un poco se da cuenta de que ella es una buena chica.
Alguien se tropieza conmigo y cae. Miro a la persona que está tendida en el suelo, es Arthur, a quien le está costando mantener las lágrimas a raya. Lo miro directamente a las dos piedras de color ámbar que tiene para poder ver, desconectando de la mente de Beatriz para meterme en la suya; en seguida veo el problema, que tiene a su mente tan ocupada que no le permite mirar al frente. Siempre he visto a Arthur como el típico niño en el cual puedes confiar porque nunca te va a decepcionar, como un robot, que no tiene sentimientos, que solo obedece tus órdenes y no siente nada ya que es una máquina, pero mirando ahora los ojos de ese pequeño niño al que he visto crecer, jugando por los alrededores de la academia, veo que no es un trozo de metal. Me meto en su mente con mucha fuerza, intentando ver sus recuerdos para comprenderlo. Y lo veo claro.
Siente celos, rabia, amor, dolor, arrepentimiento, duda; un torrente de emociones está controlando su interior y él intenta afrontarlo todo, pero no sabe qué hacer. Piensa que todo era más fácil antes, cuando solo se reía y se preocupaba por los demás, porque esa era su forma de ser. Siempre había sido todo para los demás y nada para él. Y querer a Beatriz, que es lo que le ha hecho sentir todas esas emociones, le hace creer que es un idiota, porque sabe que ella no lo quiere. Y aunque él podría haber hecho que Daniel y Beatriz no estuvieran juntos, para tener una oportunidad, su cabeza e incluso su corazón, tan bondadosos que no merecen sufrir de tal manera, le dicen que lo que ha hecho es lo correcto. Aunque eso no sea lo que realmente quiere, es lo mejor para ella.
Extiendo la mano, sintiéndome en deuda con él por haber hecho que mi hija sea feliz con el chico que quiere; sintiéndome en deuda por haber hecho que mi hija se durmiera más tranquila en sus brazos y haber ido cuando ella ya estaba plácidamente dormida al cuarto de su mejor amigo, para hacer que entrara en razón y le contara la verdad a Beatriz.
-Eres increíble.-Le digo con admiración. Él me mira perplejo sin entender mi cumplido, y yo me río interiormente porque será la primera y última vez que le diga eso, aunque estoy seguro de que habrá muchas ocasiones en las que lo piense.
-Gracias y perdón -dice agradeciendo el cumplido y pidiendo disculpas por el tropiezo. Le doy la espalda y empiezo a caminar hacia el dormitorio de Beatriz.
Entro en la estancia, mirando todo a mi alrededor. Está igual que cuando llegó, a excepción de la cama que está sin hacer. Me siento un poco culpable por no haberle prestado ninguna atención. Lleva aquí una semana y ni le he dejado traer las cosas de su antigua casa, ni nada, y cómo no, tampoco ha ido a comprar. Esta estancia es demasiado deprimente para ella, no le pega nada de lo que hay. Más bien, por su aspecto, le iría mejor una habitación de paredes negras, con pósters de grupos de rock gótico o post-punk, aunque, seguramente, si le hiciera eso a la habitación no me pasaría por ella jamás.
Dejo el portátil encima de la mesa, y oigo unos pasos, y me hago invisible, sabiendo que no voy a tener tiempo de salir de aquí. Beatriz entra en la habitación y mira el portátil; yo me siento estúpido por no haber detectado su presencia, miro la puerta, pero me quedo de pie al lado del ropero, queriendo saber cómo le sentará el video.
Se acerca a la mesa, se sienta en la silla, coge el CD y lo mira, para luego dejarlo de nuevo y encender el portátil. Mete el CD en la abertura de uno de los costados. El video empieza, ese que tanto quiero porque lo tiene a ella.
Mi Querida Beatriz.
Esas palabras salen en un fondo blanco, grandes y en cursiva, con la música de “I miss you” de fondo. Keila está colocando la cámara y luego saluda con una sonrisa. Tiene el pelo, que normalmente le cae suelto por la espalda, recogido en una coleta alta; sus ojos castaños están hinchados por las lágrimas que, seguramente, le ha costado mantener.
“Hola, cariño, supongo que si estás viendo este video es porque nunca más te volveré a ver… No te enfades si no he tenido el valor suficiente para contarte la verdad. Seguramente, lo que te voy a decir no me atrevería jamás a decírtelo a la cara, ya que incluso teniendo una simple cámara delante, las lágrimas luchan por salir.” Se para, cogiendo aire para poder seguir.
“Tu padre es un mago, supongo que eso ya lo sabrás, y aunque yo sabía eso desde que empecé mi relación con él y el destino que tendrías cuando nacieras, no pude hacer otra cosa. ¿Nunca has sentido que te falta el aire cuando la persona que amas está lejos de ti? Pues a mí me pasa eso cada vez que tengo una discusión con él o si sale por la puerta. Porque desde que vi esos preciosos ojos que tú has heredado, me prendé de él y creo que nunca podré sacarlo de mi corazón. No te enfades conmigo, no me odies, porque tú eres una de las cosas que más feliz me ha hecho y si me odiaras, no podría perdonármelo.” Vuelve  a parar porque las lágrimas salen a raudales de sus ojos. Observo a Beatriz y veo que ella también llora. Es imposible no llorar con ese vídeo con el que yo he llorado por primera y última vez en mi vida. El dolor de Keila es tan palpable, que te entra en el corazón y te hace daño; no como el daño que, le hizo a ella separarse de su hija, pero sí te hace sentir, al menos, una parte de su dolor. Vuelvo a mirar a Beatriz, que observa la pantalla con mucha atención, aunque seguramente las lágrimas le nublan la vista.

“Cariño, tampoco odies a tu padre porque te hiciera creer que es una mala persona, o porque no te hablara de él, solo lo hice porque me lo pidió. Darío es un buen padre, podría haberte separado de mí desde que naciste, pero creyó que lo mejor para ti era quedarte con tu madre, conmigo.  Beatriz, querida mía, te queda un largo camino por delante, en el cual descubrirás cosas fantásticas y cosas horribles. Solo te pido que te cuides y que jamás te vengas abajo porque lo que vas a vivir a partir del preciso momento en el que entres en esa academia, va a ser demasiado. Que sepas que soy la persona más afortunada del mundo por haberte tenido, por haber visto crecer a una niña como tú, que aunque ha tenido problemas, siempre los ha dejado de lado, para poder complacerme. Voy a disfrutar de los tres años que me quedan a tu lado, porque, cariño mío, no te volveré a ver y aunque eso no es lo mejor para mí, pues es mi peor pesadilla, es lo mejor para ti. Te voy a extrañar, eso no lo dudes, y que nunca se te olvide,  que eres lo mejor y  que te quiero con toda mi alma.” Se seca las lágrimas con la manga de la chaqueta, le manda un beso a su hija y aunque le cuesta, porque solo con ver su cara se nota, se despide con la mano. Para siempre.

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 9.

Capítulo 9.

Daniel:

Levanto la cabeza, la miro, veo las lágrimas en sus ojos y me duele. Me duele saber que por culpa de Damon ella está así. Me siento culpable de su dolor, ella no se lo merece. Sin apenas darme cuenta y sin pensarlo, me pongo en pie y la abrazo. Sé cómo se siente, yo lo sentí una vez hace mucho tiempo, y aunque fue hace mucho, el sentimiento de dolor por perder a alguien tan querido como tus padres, jamás se olvida y siempre te persigue como un fantasma hasta el fin de tus días. Y aunque a mí nadie me abrazó, ni me consoló, yo lo intento hacer con ella, ya que a mí me hubiera gustado que lo hicieran.
-Lo siento -suelto otra lágrima. Me contengo para no llorar porque es ella quien ha perdido a su madre en este momento, no yo.
-¿Esa persona es tu hermano?-pregunta sacando la cabeza que tenía escondida en mi pecho. No hace falta que conteste porque mi cara le da la respuesta que ella necesita-.Yo también lo siento.-Trago saliva y asiento.
-Beatriz.-La llama “El maestro”. Ella se aleja y lo mira, intenta ser dura con él, pero en ese momento no puede y yo contengo una risa porque parece una niña pequeña-. Vete con Miriam.
-¿Por qué?
-Tú simplemente hazlo.-Intenta replicar, pero el padre la empuja fuera de la estancia y Miriam sale con ella. Cuando ya no se oye la voz de Beatriz quejándose detrás de la puerta “Él” empieza a hablar-. Siéntate.
-No, estoy bien de pie -digo mirándolo a la cara y secándome la mejilla del agua que habían dejado las dos gotas saladas de antes.
-Cuando te diga esto prefiero que estés sentado, no sé cómo vas a responder a lo que te tengo que decir.-Me atengo a lo peor, ya que si él dice eso es que algo malo, muy malo, ha pasado. Me siento en la silla que está en frente de su escritorio y observo a mis compañeros que están apoyados en las paredes mirándome con una expresión que se describe como confusa y preocupada-. Han pasado las primeras barreras, solo es un aviso de lo que pueden hacer, pero han mandado un mensaje. Quieren que vayamos… -Se para y sé lo que viene ahora, ya que su cara se ha ablandado y eso solo lo suele hacer cuando está a solas conmigo. Me considera su hijo y tiene miedo de cómo me afecte-. Si quieres te puedes quedar aquí.
-¿Vienen a por ella?
-Sabes la respuesta a esa pregunta.
- Entonces tú, sabes la respuesta a la mía.
-Pero…
-Maestro, es mi deber y además quiero hablar con él.
-De acuerdo, si es lo que quieres, vamos.-Se levantan y todos lo siguen; yo me quedo un poco apartado, pensando.
Salimos de la academia y nos adentramos en el bosque; si solo han traspasado un par de barreras, tendremos que caminar bastante. Si no, nos los encontraremos pronto. Tengo cuidado con las ramas que van haciéndome daño en las palmas de las manos cuando las aparto. Miro hacia el cielo, está despejado, un buen día para encontrarte con el único familiar que te queda. Alguien que pensabas que prefería morir antes de aliarse con el horrible monstruo que mató a nuestros padres, alguien que pensaste que había muerto.
 Los primeros meses después de su desaparición y la muerte de mis padres, me parecieron una pesadilla, una de las que, aunque lo intentes con todas tus fuerzas, no consigues salir, todo  lo que haces resulta en vano. Lo extrañé, lloré e incluso deseé morir por alguien que no valía la pena, alguien a quien le gusta matar y alguien que no tiene el menor remordimiento de haberse ido y no haber dicho jamás que estaba vivo, que aunque ya no era el mismo, estaba bien. Llego al descampado, ya que los demás se han adelantado. La verdad es que no quería llegar ahí, pero es lo que he decidido. Veo que en la otra punta, no muy lejos, una fila de gente gótica y estrafalaria me mira. Me coloco en mi fila, junto a “Él” y contengo el aliento al ver que en la misma posición que yo, pero al otro lado, justo en frente de mí, está mi hermano. Es difícil no reconocerlo. Su pelo rubio está alborotado, sus ojos están entrecerrados, pero reconozco el color verde que veo todos los días al mirarme al espejo; su nariz es la de mi padre, larga y ligeramente puntiaguda, pero perfecta en cualquier caso; sus labios, iguales que los míos, están curvados en una sonrisa juguetona. Está claro que es más alto que yo y que, por supuesto, su condición física es mejor que la mía. Su piel es blanca.
-Pensé que no vendríais -dice Draco con su voz grave y sobrenatural-. Al fin y al cabo los cobardes no se suelen presentar antes las batallas.-Su gente suelta una carcajada y mi corazón se encoge al escuchar la de Damon.
-Si fuéramos unos cobardes no estaríamos aquí, Draco.
-Bueno… eso es lo que piensas tú.-Hay un momento de silencio en el que la mirada de mi hermano y la mía se cruzan, haciendo que la aparte rápidamente.
-¿Qué haces aquí?
-Lo sabes, quiero destruirte, a ti y a tu niñita.
-Para destruirme tendrás que ganarme y la última vez que lo intentaste no te fue muy bien.
-No estaba preparado.
-¿Y ahora lo estás?
-Tengo más aliados a mi disposición, como ves, y más fuerza también.
-Lo primero es cierto, pero lo segundo lo tendría que comprobar.-Draco suelta una carcajada.
-Supongo que ya tendrás ocasión, solo vengo a decirte que tengas cuidado.
-No te tengo miedo Draco, ya lo sabes, más bien deberías de tenérmelo tú a mí.
-Yo no lo creo… -susurra una chica que identifico como Lya. La hija de uno de los traidores. La miro y veo cómo sus ojos grandes y marrones son iguales que los de su madre; su pelo castaño es largo y lo lleva recogido en una coleta alta; tiene una nariz pequeña y unos labios  gruesos. Es alta y delgada con una piel blanca, es guapa.
-Eso es porque no lo conoces, igual que tampoco conoces el sentido de la moda, traidora -dice Úrsula mirándola de arriba a abajo. Lya no le da importancia a su comentario, ni siquiera mira su camiseta negra, ni su chaleco beis, ni sus guantes de redecilla, ni sus vaqueros negros cortos, ni mucho menos, las  botas altas beis.
-Úrsula.-Le advierte “Él”.
-Parece que tienes que controlar a tus ¿cómo los llamas? ¿Estudiantes? -Draco sonríe.
-A mí nadie me tiene que controlar -suelta Úrsula.
-Úrsula, cállate.-Esta vez le advierto yo.
-Hazle caso al chico, no me gustaría acabar esta visita mal…
-Draco, es hora de que te vayas.
-¿Tú crees? Me gustaría divertirme un poco con ella.
-¡He dicho que te vayas!
-No quiero. ¿Vas a obligarme? -Draco se pone recto y “Él” da un paso al frente. Yo me preparo, ya que puede que, en este momento empecemos una nueva batalla. Los jefes de ambos grupos se acercan hasta que solo los separan tres metros. Cada uno levanta una mano, preparándose para el combate y… pasa algo que ninguno de nosotros se hubiera esperado. Beatriz sale corriendo de entre los arbustos con Miriam pisándole los talones. A Beatriz le falta el aliento y se detiene a cogerlo en medio de los dos contendientes. Beatriz apoya las manos en las rodillas y mira a Draco a los ojos. No tiene miedo, y si lo tiene no lo demuestra; luego, aparta la vista lentamente y mira a las personas que están detrás de éste. Draco dirige su mirada a ella aunque no la vea, sabe quién es, pero por alguna razón parece sorprendido; luego sonríe y esa acción me da a entender que va a intentar hacerle algo, así que salgo como una bala, agarrándola cuidadosamente del brazo y llevándola detrás de mí. Con paso vacilante retrocedo hasta llegar a mi antigua posición. Y la miro a los ojos, ya no llora, pero al ver que sus ojos están hinchados, sé que lo estuvo haciendo incluso después de que su padre la echara de su despacho. Aparto la vista y por alguna razón la acabo posando en mi hermano, y es entonces cuando veo que mira a Beatriz con una sonrisa.
-Lo siento, de verdad, pero me dijo que iba al baño…-dice Miriam disculpándose y colocándose en la fila. “Él” le echa una mirada de reproche a su hija.
-¡Beatriz, tendrías que haberte quedado en la academia!
-¡No es justo que me hayas dejado allí sin decirme nada, ¿sabes? Una de estas personas ha matado a mi madre, y si a ti no te importaba ella, a mí sí que me importaba ¡Era mi madre! -A Beatriz se le salen unas lágrimas, pero eso no le impide ponerse delante de Draco y a uno de los costados del padre-. Quiero vengar su muerte… Fue la única persona que estuvo conmigo, fue la única persona que me quiso de verdad…-Suena una fuerte carcajada y todas las miradas van a parar a Draco, pero no ha sido él quien se ha reído.
-Eres una niña muy estúpida, ¿lo sabías? Los padres no sirven para nada.-Beatriz lo mira y lo reconoce al instante, se gira y me mira, como intentando asegurarse de que lo que ve es cierto.
-¡Y tú eres un capullo! -contesta haciendo que yo suelte una carcajada. Es la única  persona que conozco que es capaz de decir eso y encogerse de hombros cuando tiene al asesino de su madre-hermano no muerto de su novio, delante-. ¿Sabes? No entiendo por qué has tenido que matar a mi madre, ella no te había hecho nada.
-No, pero todo lo que hago tiene por finalidad hacerte daño o matarte, y si la mataba, seguro que te enfadaba.
-Pues lo has conseguido -dice echándose a correr hacia mi hermano. Todos los del lado contrario sueltan una carcajada cuando “Él” la agarra y no la deja acercase a Damon. Beatriz se cabrea y por arte de magia (y nunca mejor dicho) Damon sale disparado contra un árbol. Beatriz levanta parte de una rama puntiaguda con la mente y la sostiene en el aire, justo delante de mi hermano. Ni Draco, ni “Él” intentan hacer nada porque están demasiado conmocionados. La rama retrocede preparada para ser clavada en alguna parte del cuerpo de Damon.
-¡Beatriz! ¡No! -Ella me mira, volviendo a parar la rama que había cogido carrerilla. Mis ojos están abiertos y algo asustados; ve cómo mi pecho se agita, eso le basta para bajar a mi hermano y dejar la rama en el piso. Beatriz se suelta de los brazos de su padre y se gira echándose a correr.
-Deberíamos irnos -dice Draco mirando a Damon. Todos se dan la vuelta y se van; lo mismo hacen mis compañeros, dejándome a mí y a mi hermano solos en el descampado. Damon está sentado en el mismo sitio donde lo dejó caer Beatriz. Se levanta despacio y aunque todavía está en estado de shock por lo que ha pasado, me mira y sonríe.

-¿Qué tal, hermanito?

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 8.

Capítulo 8.

Beatriz:

Lo tengo entre mis manos y, por alguna razón, me siento culpable de que esté así. Lo entiendo, no quería perderme, aunque no entiendo muy bien por qué me iba a perder, si tanto me quiere, me protegerá, ¿no? Se hace hacia atrás. Yo le quito las lágrimas de sus largas pestañas y de su cara, él me agarra de las muñecas y cuando me doy cuenta me está besando. Siento cómo juega con mi boca y yo, aunque suene muy cursi y para nada mi estilo, me siento en el cielo.
-¿Me perdonas? -pregunta él cuando deja de besarme. Poso mis manos por detrás de su cuello y acto seguido le doy un beso. ¿Qué queréis? No lo puedo evitar.
-Sí -contesto con una sonrisa. Seguramente tendré una cara que da risa, pero es que… Una, dos y tres: ¡¡Estoy loca por él!!
De repente, se separa y suelta una gran carcajada que hace que me distancie y me plantee si todo lo que acaba de decir es mentira o no.
-Una, dos y tres: ¡¡Yo también estoy loco por ti!! -Y entonces me echo a reír yo también, pero en seguida paro. ¿Lo había dicho en voz alta? Imposible, le estaba mirando embobada.
-¿Por qué has dicho eso?
-Te puedo leer la mente -dice con una sonrisa.
-¿Y yo también puede leer la tuya?
-Si te enseño sí.
-Pues enséñame.
-¿Ahora? -Asiento y él suspira-. Cierra los ojos y concéntrate en entrar en mi mente. Es así de fácil, lo que pasa es que tienes que moderar el poder que utilizas, porque si usas mucho, veras los recuerdos de esa persona,  y si lo usas muy poco, no podrás bajar las barreras. Tienes que utilizar lo justo y cada uno es diferente, así que en eso no te puedo ayudar. Te voy a poner solo una barrera a ver si la puedes bajar.-Vuelvo a asentir-.Venga, ahora.
Lo intento varias veces hasta que al final bajo la barrera y veo lo que está pensando, es un mensaje para mí.
“Beatriz, te cuidaré por siempre.”
-¿Sabes? A ti no te pega nada decir esas cosas, ni ésta ni la de antes.
-A ti tampoco, supongo que es el milagro del amor.-Me río, porque antes cualquier cosa de estas me hubiera hecho soltar una carcajada de las grandes.
Suenan dos golpes en la puerta y me levanto de un salto de la cama. La puerta se abre y me sorprende que ni siquiera haya esperado a que le diga pase. Miro perpleja a Úrsula que está parada en la puerta. Pasa la mirada por la habitación y se encuentra con los ojos de Daniel. Una mueca de dolor cruza su cara y, aunque me cueste un poco admitirlo, me siento mal por ella, supongo que eso de que llegue alguien nuevo y te quite a la persona que más quieres, duele.
-El maestro quiere hablar contigo –dice y se queda parada ahí, sin moverse, sin hacer absolutamente nada, solo escrutándome con la mirada, como si hubiera hecho algo malo.
-De acuerdo, voy a vestirme –digo, aunque la verdad es que no tengo ningunas ganas de hablar con “Él”.
-Daniel… -dice ella con tono suave, pero luego me mira a mí y para-. A ti también quiere verte.-Se gira y se va. Daniel salta de la cama, abre la puerta y sale de la habitación dejándome a mí sola.
-Úrsula, para.-Oigo la voz de Daniel amortiguada por la puerta cerrada.
-Sé lo que me vas a decir, pero tengo todo el derecho del mundo a contárselo. Es su hija.
-Si lo haces, no te volveré a dirigir la palabra y puede que acabes muy mal.
-A mí no me amenaces, Daniel.
-¿Qué me vas a hacer si lo sigo haciendo, eh, chivata?
-No me retes, capullo.-Se calla-, que yo al menos no voy por ahí tirándome a cualquiera.
-No me he acostado con Beatriz, Úrsula.
 -¿Y entonces qué hacías en su cama?
-La verdad es que eso no te incumbe.-Dejo de escucharlos; la verdad es que oír tantas estupideces por parte de Úrsula me saca de quicio. Y además, si le dice que estamos juntos o cualquier cosa por el estilo, ¿por qué debería importarme? Ese hombre ya tiene suficiente con no dejarme salir de este lugar. ¿Qué más da si estoy con Daniel o no? No ha estado para preocuparse de mí en mis quince años de vida, ¿por qué iba a importarle que fuera feliz con Daniel o no? Cojo mi móvil, al que no le había prestado atención en ésta semana. Está apagado, cómo no. Lo enciendo y veo que tengo varias llamadas perdidas de mi madre y otras cuantas de un número desconocido. Llamo a mi madre y me lo coge después de dos pip.
-Hola, mamá, ¿qué tal te va todo? ¿El trabajo y eso? No tendrás la casa muy desordenada ¿no? Te echo de menos.
-Hola. ¿Tú eres Beatriz Scarlett McClain? -pregunta una voz extraña. ¿Por qué me resulta familiar?-. ¿No me recuerdas? -Me paro, su voz es ronca, y siento que no quiero saber la respuesta a esa pregunta porque sé que me va a dar miedo-. Hagas lo que hagas, corras lo que corras, nunca escaparás de mí. Ni Daniel ni tu padre te podrán salvar del destino que te espera.
-¿Quién eres? ¿Por qué tienes el móvil de mi madre? ¿Cómo entraste en mis sueños?
-Mi nombre es Damon, no tengo ningún inconveniente en decirte eso. ¿Cómo tengo el móvil de tu madre? Pues, bueno, creo que en el lugar en el que está ahora no lo va a necesitar a no ser que, después de la muerte, el móvil se utilice para algo, y a la última pregunta, creo que no necesitas respuesta, quien tenga un poco de dominio con la magia puede hacer grandes cosas.-Las lágrimas salen, sé que lo de mi madre es cierto, por alguna razón lo sé. Puede que sea que la voz de ese tipo no es la de uno que se ponga a hacer bromas, puede que sea por lo del sueño, o simplemente porque tiene su móvil. La verdad es que no lo sé. Me entra un poco de mareo y me siento en la silla.
-¿Por qué has hecho eso…?
-¿Estás llorando? Oh, pobre niña.-Suspira como si estuviera cansado, aburrido-. No es nada personal, simplemente quiero destruirte. No es justo que alguien como tú tenga ese poder, es incomprensible. No te enfades, no llores y mucho menos cojas una de esas rabietillas de niña pequeña, pero voy a por ti ¿de acuerdo? Nos veremos las caras pronto -dice y se extiende un  silencio absoluto  tras el que termina la llamada. Suelto el móvil encima de la mesa y cuando intento levantarme noto que todo el cuerpo me tiembla, pero, aun con eso, salgo corriendo de mi habitación, encontrándome a Daniel y a Úrsula que siguen discutiendo en el pasillo.
-Beatriz, ¡¿qué pasa?! -grita Daniel, pero yo sigo mi camino. Me paro en la entrada ya que no sé a dónde dirigirme. En ese momento me doy cuenta de que no sé dónde es su despacho. Oigo una respiración entrecortada detrás de mí, me giro y veo los ojos verdes más bonitos del mundo que se difuminan por mis lágrimas-. Beatriz, ¿por qué lloras?
-¿Dónde está… mi padre? -pregunto como puedo, ya que con las lágrimas me resulta un poco difícil.
-Ahí.-señala Úrsula, que acaba de llegar, a la puerta que está detrás de mí. Me encamino hacia ella, pongo la mano en el pomo de la puerta y sin tocar, entro en la estancia, veo a mi padre, a Arthur, a Kate, a Miriam (creo que se llama, o al menos algo así había dicho Luna), a la chica con la que siempre solía andar Kate, y que en este momento me doy cuenta de que es la misma que me había llevado a la habitación de Arthur la noche que había llorado. Se llama Laura, a esa sí la recuerdo, había tenido la ocasión de cambiar un par de palabras con ella; a Valeria y a Roxana y a una chica que ojos verdes que jamás había visto.Mi padre da un brinco en el sillón que nadie percibe, aparte de mí.
-¿Qué te pasa, Beatriz? -Me pregunta Arthur. Yo me acerco a mi padre y le echo una mirada furiosa, aunque lo más probable es que no la note, ya que las lágrimas deshacen el efecto de mi mirada de hielo. Más bien parece que se está derritiendo.
 -Todo esto es culpa tuya.
-Beatriz, ¿de qué demonios hablas? -pregunta Kate, a quien no había vuelto a oír hablar desde lo del furgón. Su voz me resulta demasiado rara.
-Si no me hubiera ido…
-¿Quién fue? -pregunta “Él” levantándose de la silla, dándole un fuerte puñetazo a la mesa y quedándose a la altura de mis ojos. Él sí que consigue el efecto de la mirada de hielo. Es el único que parece saber qué pasa.
-¡Solo sé su nombre!
-¡Dilo!
-Damon… -Escucho un golpe detrás de mí y cuando me giro veo que Daniel ha caído encima de una silla.
-¿Qué hizo esa persona? -pregunta Arthur.
-Matar a mi madre -digo con un nudo en la garganta. Bajo la mirada ya que las lágrimas me empiezan a caer más deprisa cuando recuerdo algunos de los momentos que pasé a su lado. O, simplemente, que la echo de menos y también a su: “Beatriz por favor, levántate ya de la cama que vas a llegar tarde” o sus: “¡Beatriz ordena tu cuarto ahora mismo!” Sé que puede sonar estúpido extrañar esas cosas, o querer que me vuelvan a suceder siquiera, pero cuando sabes que la persona que más quieres ha muerto y no podrá volver a hacer nada, harías cualquier cosa por pasar al menos cinco minutos más con ella y poder decirle cuánto la quieres y que siempre estará en tu memoria.
-Daniel… -Mi padre suspira.

-No está muerto… -Una lágrima recorre su rostro-. Mi hermano, no está muerto.

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 7.

Capítulo 7.

Arthur:

Se ha dormido en mi pecho, es preciosa. No entiendo cómo Daniel ha podido decirle eso. Sé que no lo piensa, lo sé porque lo conozco. Coloco lentamente la cabeza de Beatriz en la almohada. Le echo un último vistazo a su rostro y salgo de la habitación muy a mi pesar.  Camino por el pasillo oscuro a toda velocidad, la habitación de Daniel está en el área restringida al alumnado. Supongo que ser quien es le ha ayudado a estar ahí. Intento contactar con su mente para saber si está al otro lado de la puerta, pero la tiene bloqueada; algo le pasa y no quiere que nadie más lo sepa. Toco en la puerta varias veces y el fechillo de la puerta se abre y la puerta con él. Entro y cómo no, las luces están apagadas; busco a tientas el interruptor y lo aprieto, está sentado en la cama, pasándose la bola de cristal que su madre le regaló de pequeño, de una mano a otra.
-Ya sé qué me vienes a decir -dice con la voz ronca, realmente, él no le quería decir eso, incluso está enfadado consigo mismo-. Puedes irte por donde mismo has venido, sé que sabes la respuesta a mi comportamiento.
-Sí, es cierto, pero no lo comprendo. ¿Por qué le haces daño? Es tu amiga, la consideras como tal, has dejado que entre en tu vida, has bajado la barrera con ella ¿por qué la vuelves a subir?
-¿De verdad que no lo vez, Arthur? O simplemente es que…
-No lo quiero ver -termino yo.
-Es la primera vez en toda mi vida que he dejado que una chica entre a mi vida de esta manera. Al principio solo era la hija de “Él”, pero eso fue cuando todavía no la conocía. Joder, Arthur, que cuando la vi, cuando la miré a los ojos, cuando vi su precioso rostro… No pude hacer nada y ahora intento corregirlo.
-¿Corregir el qué?
-El haberla tratado como la he tratado; jamás debí haberle hablado, jamás debí haberla abrazado y mucho menos haberla besado.
-Pero ¿por qué te empeñas en alejarla de ti? No ves que estás…
-No lo digas, ni se te ocurra.
-Es la verdad, Daniel, ya es tarde para intentar cambiar el destino.
-No quiero hacerle daño, Arthur, y además, para ti es mejor, ¿pretendías ocultarlo? Sé que tú también te has enamorado de ella.
-Pero ella te quiere a ti.
-Contigo va a estar mejor.
-Puede que sí, pero no puedo obligarla a que cambie de opinión.
-Arthur, no la quiero perder.
-No tiene por qué pasar eso.
-Todas las personas que quiero se van.
-Solo pasó con tus padres y no fue culpa tuya.
-Lo sé… -dice no muy convencido, como si ocultara algo, pero, seguramente, son cosas mías-. Fue culpa de Draco.
-¿Entonces por qué te mortificas tanto?
-Porque Draco también va detrás de ella.
-Pues en vez de hacer que llore por ti, deberías protegerla.
-¿Ha llorado mucho? -pregunta apretando la bola de cristal.
-Ha dicho que esas palabras viniendo de ti han dolido más que nunca.
-Odio tratarla así, no se lo merece -dice dejando la bola encima de la mesilla de noche.
-Me he colado en su mente y sé que ella jamás pensó que tú le dijeras eso.
-Ya, supongo que ni yo lo llegué a pensar; solo es que no me atrevía a decirle la verdad.-Me acuesto en la cama a su lado-. Arthur, ¿no te da rabia que yo me quede con la chica? ¿Ni siquiera vas a intentar quitármela?
-¿Quién te ha dicho que no lo voy a intentar?
-Tu mente te delata.
-Mierda, se me olvidó subir la barrera.
-Igualmente hubiera entrado en tu mente, eso es lo que tiene ser superior.
-Sí, cierto, eres superior, pero solo haciendo idioteces.-Consigo que sonría, pero sus ojos verdes demuestran que está mal.
-Arthur, en serio ¿por qué no lo intentas?
-Sabes la respuesta.
-No, hasta ese punto no llegué y no tengo suficientes ganas como para pasar todas esas barreras que has puesto.
-Solo quiero que ella sea feliz y conmigo no lo va a ser.
-Eso no lo sabes.
-Daniel, que entro en su mente cada vez que me da la gana y sé cómo se siente en cada momento.
-En serio, le tengo que enseñar a subir barreras, así está indefensa.
-¿Ves por qué no la puedes dejar? Cualquiera le podría hacer daño,  Úrsula una de ellas, y yo a Úrsula puedo entretenerla, pero no vencerla y sabes que ella le tiene ganas.
-Se tienen ganas mutuamente.
-Cierto.-Miro el techo y me quedo así durante mucho tiempo.
-Arthur, deberías intentarlo.
-No quiero hacerme esperanzas y luego…
-Como quieras.
-Pero eso sí, Daniel, no le hagas más daño, si no sí que lo intentaré, y te aseguro que intentaré todo lo posible.-Él se ríe.
-Eh, que yo todavía no sé lo que voy a hacer, no sé si estoy preparado ¿y si la pierdo?
-No creo que la pierdas, además, solo intenta ser feliz con ella, enséñala a defenderse y seguro que no le pasa nada.
-Voy a hablar con ella.
-Está durmiendo.
-No importa, me quedaré junto a ella hasta que se despierte, luego le contare todo. Espero que me perdone.
-El amor es ciego, seguro que sí que te perdona.-Se levanta de la cama, pero antes de salir se mira en el espejo.
-¿Me cambio de ropa?
-¿Quién eres tú y qué has hecho con Daniel? -Levanta una ceja y empezamos los dos a reírnos.
-Arthur, deséame suerte –asiento. Él se va y yo me quedo en su habitación, pensando en que si lo que he hecho está bien o debería de haberme quedado yo con ella.
Daniel:
Cierro la puerta y dejo a Arthur dentro; la verdad es que no sé qué habría pasado si él no llega a haber venido a mi habitación. Intento tranquilizarme, sé que si no lo hago terminaré insultándola otra vez y estoy seguro de que si hago eso, Arthur me matará, la quiere mucho, pero estoy seguro de que no más que yo. Aunque lo que hice demuestra todo lo contrario.
Entro en su habitación sin tocar, sé que está dormida y no la quiero despertar. Me acuesto a su lado, ella se da la vuelta, posa la cabeza en mi pecho y en poco tiempo me quedo dormido.
-¿Arthur? Arthur, gracias por quedarte aquí conmigo.-Su voz me despierta y, al principio, me sorprende que me llame Arthur, pero luego lo recuerdo todo.
-No soy Arthur -digo en un susurro tan bajo que no sé si lo ha oído.
-¿Qué haces tú aquí? -pregunta levantando la cabeza y quedándose de rodillas.
-Beatriz, déjame explicártelo.
-¿Qué me vas a explicar? ¿Me vas a explicar cómo se insulta? Porque la verdad es que ya me lo explicaste el otro día; solo hay que decir una palabra hiriente y ya, como… ¿bicho raro?
-Beatriz, yo no te quería decir eso, de verdad.
-¿Entonces algún ser malvado, como Úrsula, hizo un clon tuyo e hizo que me dijera esas palabras?
-No, Beatriz, solo escúchame, por favor.-La miré a los ojos y algo la hizo cambiar de opinión.
-Tienes cinco minutos.
-Puede que tarde un poco más.
-Más te vale que sea convincente -dice y yo no puedo hacer otra cosa que soltar una carcajada. Ella me dedica una mirada asesina.
-No sé cómo empezar.
-¿Te ayudo? ¿Qué tal si empiezas por el principio?-suspiro, la verdad es que a veces su sarcasmo me saca de quicio.
-Cuando era pequeño, yo adoraba a mis padres y un día, Draco, que se puede decir que es la persona que se la tiene jurada a tu padre y, por lo tanto, a ti también, por ser su hija, los mató. Desde ese día juré que no volvería a querer a nadie, porque ese día no solo mataron a mis padres, no solo mataron una parte de mí, sino que…-Me paro, no sé si seguir contando, no sé si ella debería saber eso; solo lo sabe “Él”, ni siquiera lo sabe Arthur.
-¿Que…? -La miro a los ojos de nuevo y sé que ella va a guardar mi secreto, lo que tanto tiempo he estado guardando dentro de mí.

-Sino que también se llevaron a mi hermano mayor…  Él era mi mejor amigo, era quien me cuidaba, quien me abrazaba cuando había una tormenta o cualquier cosa que me diera miedo. Beatriz, me puedes culpar por haberte insultado, pero no  me culpes por tener miedo de quererte más y después perderte. Todas las personas se van y me dejan y… -Lloro, e interiormente me río de mí mismo por ser tan patético. Soy estricto, antipático y arisco porque no quiero que nadie me vea así, como me estoy mostrando delante de ella. Beatriz se levanta y me abraza. He sido un capullo con ella por haberle hecho lo que a ella más le duele, pero, en cambio, ella está ahí, abrazándome e intentando que yo deje de llorar. Parezco un niño… Un niño solo y dolorido.

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 6.

Capítulo 6.

Bueno, veamos, no es que me olvide de vosotros... sino que se me olvida subir, cosa que en mi opinión, no es lo mismo. En mi defensa ante esto diré, ¡que 1º de bachiller me consume la vida! Tal vez no hasta ese punto, pero mis nervios, mi capacidad cerebral y mi tiempo, sí. Quien haya pasado o esté pasando por está etapa, me entenderá. Por quien quiera saber de mis estudios, en mis primeros meses, gracias a Dios, no han habido suspensos, ¡vivan las noches en vela! Ahora os dejo con varios capítulos, una especie de maratón hasta que me aburra de hacer copia y pega. Besosss!!!

Beatriz:

Se separa y me mira directamente a los ojos, me coge de la mano y tira de mí para entrar en el aula.
-¿Cómo has podido? -Nos interrumpe alguien. La miro y una sonrisa se posa en mis labios al ver a Úrsula con algunas lágrimas en los ojos. Daniel sigue adelante como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Entro en la estancia y suelto la mano de Daniel. En ese momento entra Úrsula y detrás Arthur, levanto la vista y miro a este último. Me está mirando con los ojos tristes; es la primera vez, desde que lo conozco, que lo veo así. Agacha la cabeza, parece que le duele el contacto de nuestros ojos; se sienta en su sitio y la clase empieza. Se me hace eterna, solo quiero que termine ya, pero parece casi imposible. Suena el timbre de cambio de hora, me levanto de mi asiento y me dirijo al sitio de Arthur, ya que en este lugar los profesores son los que cambian de aula.
-¿Te pasa algo? -pregunto agachándome a su lado.
-Absolutamente nada.
-No me mientas, parece que has visto un fantasma.
-Bueno, eso tan extraño no sería ¿no crees?
-No intentes cambiarme de tema, Arthur.
-Beatriz, por favor, no insistas y siéntate en tu sitio. Mi madre tiene paciencia, pero no tanta.-Miro a la pizarra y veo a Luna, de pie, con las manos sobre el pecho, esperando a que yo vaya a donde debería estar. Me levanto y empiezo a caminar hasta mi pupitre.
-No tan deprisa Beatriz, por favor, acércate.-Esas palabras hacen que me recorra un escalofrío. Giro y voy hacia ella.
-¿Sí, Luna?
-¿Eres capaz de alzarme, mantenerme arriba durante al menos cinco segundos y bajarme sin que reciba ni un solo rasguño? -suspiro y la miro, ¿de verdad me ve capaz de hacer eso? La verdad es que yo debería de haber estado practicando, pero con todo lo que tengo en la cabeza, me ha resultado imposible. ¿Ellos no ven que todo lo que están haciendo conmigo es ilegal? ¡Que me han raptado y me tienen aquí atrapada en contra de mi voluntad! 
No es difícil, solo intenta hacer lo mismo que la otra vez”
“Vale, como lo hice la última vez…” respiro. “Espera un momento. ¡No tengo ni idea de cómo lo hice la última vez!”
“Solo tienes que imaginar que la subes, es exactamente lo que hiciste para bajar a Úrsula, no tiene más ciencia.”
“Para ti es fácil, llevas haciéndolo toda tu vida”
“A ver, enfoca tu poder en ella, imagina que algo sale de ti y hace que ella se eleve, venga hazlo.” Hago lo que Daniel me dice y veo cómo la profesora va tomando altura. “Ahora, para mantenerla arriba va a ser mejor que extiendas la mano y apuntes hacia ella, con eso podrás mantenerla ahí o podrás moverla por la habitación. La mano aumenta el poder a los principiantes y a los de poder medio, ni yo sé hacer hechizos sin mover la mano todavía.  Por eso, normalmente, en las películas y eso la utilizan.”
Levanto la mano y muevo a la profesora por encima de la clase; ella sonríe y me hace un gesto para que la baje.
“¿Y ahora qué, listo?”
“Lo mismo que con Úrsula, respira e imagina que la bajas.” Bajo a Luna, ella me mira sorprendida y yo le sonrío.
-Muy bien, ¿has estado practicando?
-Sí -miento. Ella asiente y hace otro gesto para que me vaya a mi sitio. Saco la libreta y apunto lo que Luna pone en la pizarra, son consejos para hechizos que yo todavía no he aprendido a hacer, pero los apunto porque seguramente algún día los necesitaré. Lo que me gusta de las clases de Luna es que con ella te diviertes, los conjuros son fáciles con ella.
Ella enseña control de tierra, aparte de cosas sencillas como lo que acabo de hacer; Alan, control de agua; Christopher, control de aire y Anabel, control de fuego. Todos y cada uno de ellos saben utilizar los cuatro elementos, pero cómo no, enseñan el mejor que se les da. Tenemos cuatro horas a la semana con ellos, y las demás horas restantes hacemos clases normales. Antes, según Daniel, tenían clases por las tardes, pero vieron que eso agobiaba al alumnado y que no ayudaba en lo más mínimo, así que las quitaron. 
Saco la agenda para mirar que toca después, todavía no me he aprendido el horario. Almuerzo, se me había olvidado. Es viernes otra vez, ha pasado ya una semana desde que he empezado y ya hace una semana que todo el mundo sabe quién soy yo. Ya he tenido: dos horas de control de fuego, una  hora de matemáticas, una hora de historia y dos horas de control de tierra. Debería de haber tenido control de tierra en las dos primeras horas, pero Luna le había pedido a Anabel que le cambiara las horas porque tenía unos asuntos pendientes.
Suena el timbre y me levanto con la intención de hablar con Daniel de lo ocurrido, me encantó que me besara, pero jamás admitiré eso delante de él hasta oír la razón. 
-Daniel, me gustaría hablar contigo en privado -digo acercándome a su mesa. Él asiente un poco extrañado, pero coge sus cosas y sale de la clase conmigo. Esperamos a que todos entren en el comedor y Daniel y yo nos detenemos en una esquina cerca de esta última sala.
-Date prisa, tu padre se dará cuenta de que no estás ahí -dice mirando hacia el pasillo.
-¿Por qué hiciste lo de antes? -Al oír mi pregunta me mira algo desconcertado y con los ojos como platos, pero a los pocos segundos se le pasa.
-¿No te querías vengar de Úrsula? ¿Qué mejor forma que esa?
-¿Fue solo por eso? -Todas las esperanzas y sueños que había tenido hacía un momento me caen en la cara como un cubo de agua fría. Las lágrimas quieren salir, pero soy una experta en mantener el semblante exactamente igual que siempre, aun teniendo ganas de salir corriendo, así que las mantengo sin mucho esfuerzo.
-Sí… ¿Qué pensaste que fue?
-No lo sé -digo con un nudo en la garganta. Parece que él no se da cuenta de todo lo que está pasando dentro de mí justo en este momento-. Solo pensé que era otra cosa. Como a mí me tratas diferente y te preocupas por mí y esas cosas…
-¡Solo me preocupo por ti porque eres la hija del Maestro!
-Pues conmigo sonríes y dice Arthur que nunca sueles hacer eso.
-Intento ser simpático.
-¿Y para ser simpático dices cosas como…”Cada vez que tengas miedo, cada vez que necesites a alguien, para cualquier cosa, siempre llámame a mí, que seré cualquier cosa que tú necesites”?
-Pensé que estabas dormida…-dice en un susurro que él espera que yo no haya escuchado.
-¿Qué?
-¿Cuándo, supuestamente, dije eso?
-Cuando te acostaste conmigo para que no llorase más.
-Me tumbé al lado tuyo, eso es verdad, pero no dije esas palabras. Jamás te diría eso a ti, solo eres un bicho raro a la que tengo que soportar.
-¿Cómo has dicho? -pregunto soltando una lágrima, es demasiado. No sé el porqué, pero sé que esas palabras en su boca son como ácido para mí.
-Pues que eres…
-Ya te he oído, solo es que no me puedo creer que tú me hayas dicho eso, pensé que eras mi amigo.-Salgo corriendo hacia la cafetería, me planto delante de todos con el rostro lleno de pequeñas gotitas de agua salada que se deslizan para desaparecer. Y en lo único que puedo pensar es en que yo quiero desaparecer como ellas-. Me quiero ir de aquí y como no me dejes me iré yo por mi propia cuenta.-Mi padre se levanta sorprendido con la intención de preguntarme qué es lo que me ha pasado, pero alguien se la quita de la boca.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué lloras? -pregunta sobresaltado Arthur. Se acerca a mí corriendo y me abraza muy fuerte. Agradezco este abrazo ya que sé que él jamás me llamará bicho raro, ni me insultará, ni me dejará por nada del mundo. Lo miro a los ojos para que sepa que aquí no se lo voy a contar. Él me mira durante unos segundos más y luego asiente con la cabeza
-Me quiero ir -repito.
-No puedes, es peligroso.
-Me da igual, aquí soy infeliz, quiero volver con mi madre. Quiero saber cómo está.
-Tu madre está bien.
-¿Cómo lo sabes?
-¿Qué cómo lo sé? Pues fácil, lo sé.-Lo miro y me doy cuenta de que no vale discutir con él. Yo estoy mal, él no quiere que me vaya, en fin, que hasta yo sé sumar dos más dos. Intento deshacerme de los brazos de Arthur y salgo con paso lento hasta que él cierra las puertas tras de sí y yo vuelvo a salir corriendo, pero esta vez a mi habitación. Me caigo en la cama boca abajo y empiezo a llorar desconsoladamente.
-Beatriz… Cuéntame lo que ha pasado.
-¿Por qué me pasan estas cosas a mí? -pregunto girándome, sentándome en la cama y colocándome entre los brazos de Arthur.
-¿Todo esto tiene algo que ver con el beso de esta mañana entre Daniel y tú?
-¿Cómo sabes tú eso?
-Pues porque os vi -responde con una sonrisa triste.
-La verdad es que sí que tiene que ver… Me ha dicho que soy un bicho raro y esas palabras me han dolido más que nunca -me limpia las lágrimas y hace que le mire a los ojos.

-Te juro que yo jamás te diré esas cosas y si alguien te lo vuelve a decir, no llores, porque tú no eres un bicho raro, eres una princesa hermosa encerrada en un estúpido castillo lleno de dragones.