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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 7.

Capítulo 7.

Arthur:

Se ha dormido en mi pecho, es preciosa. No entiendo cómo Daniel ha podido decirle eso. Sé que no lo piensa, lo sé porque lo conozco. Coloco lentamente la cabeza de Beatriz en la almohada. Le echo un último vistazo a su rostro y salgo de la habitación muy a mi pesar.  Camino por el pasillo oscuro a toda velocidad, la habitación de Daniel está en el área restringida al alumnado. Supongo que ser quien es le ha ayudado a estar ahí. Intento contactar con su mente para saber si está al otro lado de la puerta, pero la tiene bloqueada; algo le pasa y no quiere que nadie más lo sepa. Toco en la puerta varias veces y el fechillo de la puerta se abre y la puerta con él. Entro y cómo no, las luces están apagadas; busco a tientas el interruptor y lo aprieto, está sentado en la cama, pasándose la bola de cristal que su madre le regaló de pequeño, de una mano a otra.
-Ya sé qué me vienes a decir -dice con la voz ronca, realmente, él no le quería decir eso, incluso está enfadado consigo mismo-. Puedes irte por donde mismo has venido, sé que sabes la respuesta a mi comportamiento.
-Sí, es cierto, pero no lo comprendo. ¿Por qué le haces daño? Es tu amiga, la consideras como tal, has dejado que entre en tu vida, has bajado la barrera con ella ¿por qué la vuelves a subir?
-¿De verdad que no lo vez, Arthur? O simplemente es que…
-No lo quiero ver -termino yo.
-Es la primera vez en toda mi vida que he dejado que una chica entre a mi vida de esta manera. Al principio solo era la hija de “Él”, pero eso fue cuando todavía no la conocía. Joder, Arthur, que cuando la vi, cuando la miré a los ojos, cuando vi su precioso rostro… No pude hacer nada y ahora intento corregirlo.
-¿Corregir el qué?
-El haberla tratado como la he tratado; jamás debí haberle hablado, jamás debí haberla abrazado y mucho menos haberla besado.
-Pero ¿por qué te empeñas en alejarla de ti? No ves que estás…
-No lo digas, ni se te ocurra.
-Es la verdad, Daniel, ya es tarde para intentar cambiar el destino.
-No quiero hacerle daño, Arthur, y además, para ti es mejor, ¿pretendías ocultarlo? Sé que tú también te has enamorado de ella.
-Pero ella te quiere a ti.
-Contigo va a estar mejor.
-Puede que sí, pero no puedo obligarla a que cambie de opinión.
-Arthur, no la quiero perder.
-No tiene por qué pasar eso.
-Todas las personas que quiero se van.
-Solo pasó con tus padres y no fue culpa tuya.
-Lo sé… -dice no muy convencido, como si ocultara algo, pero, seguramente, son cosas mías-. Fue culpa de Draco.
-¿Entonces por qué te mortificas tanto?
-Porque Draco también va detrás de ella.
-Pues en vez de hacer que llore por ti, deberías protegerla.
-¿Ha llorado mucho? -pregunta apretando la bola de cristal.
-Ha dicho que esas palabras viniendo de ti han dolido más que nunca.
-Odio tratarla así, no se lo merece -dice dejando la bola encima de la mesilla de noche.
-Me he colado en su mente y sé que ella jamás pensó que tú le dijeras eso.
-Ya, supongo que ni yo lo llegué a pensar; solo es que no me atrevía a decirle la verdad.-Me acuesto en la cama a su lado-. Arthur, ¿no te da rabia que yo me quede con la chica? ¿Ni siquiera vas a intentar quitármela?
-¿Quién te ha dicho que no lo voy a intentar?
-Tu mente te delata.
-Mierda, se me olvidó subir la barrera.
-Igualmente hubiera entrado en tu mente, eso es lo que tiene ser superior.
-Sí, cierto, eres superior, pero solo haciendo idioteces.-Consigo que sonría, pero sus ojos verdes demuestran que está mal.
-Arthur, en serio ¿por qué no lo intentas?
-Sabes la respuesta.
-No, hasta ese punto no llegué y no tengo suficientes ganas como para pasar todas esas barreras que has puesto.
-Solo quiero que ella sea feliz y conmigo no lo va a ser.
-Eso no lo sabes.
-Daniel, que entro en su mente cada vez que me da la gana y sé cómo se siente en cada momento.
-En serio, le tengo que enseñar a subir barreras, así está indefensa.
-¿Ves por qué no la puedes dejar? Cualquiera le podría hacer daño,  Úrsula una de ellas, y yo a Úrsula puedo entretenerla, pero no vencerla y sabes que ella le tiene ganas.
-Se tienen ganas mutuamente.
-Cierto.-Miro el techo y me quedo así durante mucho tiempo.
-Arthur, deberías intentarlo.
-No quiero hacerme esperanzas y luego…
-Como quieras.
-Pero eso sí, Daniel, no le hagas más daño, si no sí que lo intentaré, y te aseguro que intentaré todo lo posible.-Él se ríe.
-Eh, que yo todavía no sé lo que voy a hacer, no sé si estoy preparado ¿y si la pierdo?
-No creo que la pierdas, además, solo intenta ser feliz con ella, enséñala a defenderse y seguro que no le pasa nada.
-Voy a hablar con ella.
-Está durmiendo.
-No importa, me quedaré junto a ella hasta que se despierte, luego le contare todo. Espero que me perdone.
-El amor es ciego, seguro que sí que te perdona.-Se levanta de la cama, pero antes de salir se mira en el espejo.
-¿Me cambio de ropa?
-¿Quién eres tú y qué has hecho con Daniel? -Levanta una ceja y empezamos los dos a reírnos.
-Arthur, deséame suerte –asiento. Él se va y yo me quedo en su habitación, pensando en que si lo que he hecho está bien o debería de haberme quedado yo con ella.
Daniel:
Cierro la puerta y dejo a Arthur dentro; la verdad es que no sé qué habría pasado si él no llega a haber venido a mi habitación. Intento tranquilizarme, sé que si no lo hago terminaré insultándola otra vez y estoy seguro de que si hago eso, Arthur me matará, la quiere mucho, pero estoy seguro de que no más que yo. Aunque lo que hice demuestra todo lo contrario.
Entro en su habitación sin tocar, sé que está dormida y no la quiero despertar. Me acuesto a su lado, ella se da la vuelta, posa la cabeza en mi pecho y en poco tiempo me quedo dormido.
-¿Arthur? Arthur, gracias por quedarte aquí conmigo.-Su voz me despierta y, al principio, me sorprende que me llame Arthur, pero luego lo recuerdo todo.
-No soy Arthur -digo en un susurro tan bajo que no sé si lo ha oído.
-¿Qué haces tú aquí? -pregunta levantando la cabeza y quedándose de rodillas.
-Beatriz, déjame explicártelo.
-¿Qué me vas a explicar? ¿Me vas a explicar cómo se insulta? Porque la verdad es que ya me lo explicaste el otro día; solo hay que decir una palabra hiriente y ya, como… ¿bicho raro?
-Beatriz, yo no te quería decir eso, de verdad.
-¿Entonces algún ser malvado, como Úrsula, hizo un clon tuyo e hizo que me dijera esas palabras?
-No, Beatriz, solo escúchame, por favor.-La miré a los ojos y algo la hizo cambiar de opinión.
-Tienes cinco minutos.
-Puede que tarde un poco más.
-Más te vale que sea convincente -dice y yo no puedo hacer otra cosa que soltar una carcajada. Ella me dedica una mirada asesina.
-No sé cómo empezar.
-¿Te ayudo? ¿Qué tal si empiezas por el principio?-suspiro, la verdad es que a veces su sarcasmo me saca de quicio.
-Cuando era pequeño, yo adoraba a mis padres y un día, Draco, que se puede decir que es la persona que se la tiene jurada a tu padre y, por lo tanto, a ti también, por ser su hija, los mató. Desde ese día juré que no volvería a querer a nadie, porque ese día no solo mataron a mis padres, no solo mataron una parte de mí, sino que…-Me paro, no sé si seguir contando, no sé si ella debería saber eso; solo lo sabe “Él”, ni siquiera lo sabe Arthur.
-¿Que…? -La miro a los ojos de nuevo y sé que ella va a guardar mi secreto, lo que tanto tiempo he estado guardando dentro de mí.

-Sino que también se llevaron a mi hermano mayor…  Él era mi mejor amigo, era quien me cuidaba, quien me abrazaba cuando había una tormenta o cualquier cosa que me diera miedo. Beatriz, me puedes culpar por haberte insultado, pero no  me culpes por tener miedo de quererte más y después perderte. Todas las personas se van y me dejan y… -Lloro, e interiormente me río de mí mismo por ser tan patético. Soy estricto, antipático y arisco porque no quiero que nadie me vea así, como me estoy mostrando delante de ella. Beatriz se levanta y me abraza. He sido un capullo con ella por haberle hecho lo que a ella más le duele, pero, en cambio, ella está ahí, abrazándome e intentando que yo deje de llorar. Parezco un niño… Un niño solo y dolorido.

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