Capítulo 6.
Bueno, veamos, no es que me olvide de vosotros... sino que se me olvida subir, cosa que en mi opinión, no es lo mismo. En mi defensa ante esto diré, ¡que 1º de bachiller me consume la vida! Tal vez no hasta ese punto, pero mis nervios, mi capacidad cerebral y mi tiempo, sí. Quien haya pasado o esté pasando por está etapa, me entenderá. Por quien quiera saber de mis estudios, en mis primeros meses, gracias a Dios, no han habido suspensos, ¡vivan las noches en vela! Ahora os dejo con varios capítulos, una especie de maratón hasta que me aburra de hacer copia y pega. Besosss!!!
Beatriz:
Se separa y me mira
directamente a los ojos, me coge de la mano y tira de mí para entrar en el
aula.
-¿Cómo has podido? -Nos
interrumpe alguien. La miro y una sonrisa se posa en mis labios al ver a Úrsula
con algunas lágrimas en los ojos. Daniel sigue adelante como si no hubiera
pasado absolutamente nada.
Entro en la estancia y suelto la
mano de Daniel. En ese momento entra Úrsula y detrás Arthur, levanto la vista y
miro a este último. Me está mirando con los ojos tristes; es la primera vez,
desde que lo conozco, que lo veo así. Agacha la cabeza, parece que le duele el contacto
de nuestros ojos; se sienta en su sitio y la clase empieza. Se me hace eterna,
solo quiero que termine ya, pero parece casi imposible. Suena el timbre de
cambio de hora, me levanto de mi asiento y me dirijo al sitio de Arthur, ya que
en este lugar los profesores son los que cambian de aula.
-¿Te pasa algo? -pregunto
agachándome a su lado.
-Absolutamente nada.
-No me mientas, parece que has
visto un fantasma.
-Bueno, eso tan extraño no sería
¿no crees?
-No intentes cambiarme de tema,
Arthur.
-Beatriz, por favor, no insistas
y siéntate en tu sitio. Mi madre tiene paciencia, pero no tanta.-Miro a la
pizarra y veo a Luna, de pie, con las manos sobre el pecho, esperando a que yo
vaya a donde debería estar. Me levanto y empiezo a caminar hasta mi pupitre.
-No tan deprisa Beatriz, por
favor, acércate.-Esas palabras hacen que me recorra un escalofrío. Giro y voy
hacia ella.
-¿Sí, Luna?
-¿Eres capaz de alzarme,
mantenerme arriba durante al menos cinco segundos y bajarme sin que reciba ni
un solo rasguño? -suspiro y la miro, ¿de verdad me ve capaz de hacer eso? La
verdad es que yo debería de haber estado practicando, pero con todo lo que
tengo en la cabeza, me ha resultado imposible. ¿Ellos no ven que todo lo que
están haciendo conmigo es ilegal? ¡Que me han raptado y me tienen aquí atrapada
en contra de mi voluntad!
“No es difícil, solo intenta
hacer lo mismo que la otra vez”
“Vale, como lo hice la última
vez…” respiro. “Espera
un momento. ¡No tengo ni idea de cómo lo hice la última vez!”
“Solo tienes que imaginar que la
subes, es exactamente lo que hiciste para bajar a Úrsula, no tiene más
ciencia.”
“Para ti es fácil, llevas
haciéndolo toda tu vida”
“A ver, enfoca tu poder en ella,
imagina que algo sale de ti y hace que ella se eleve, venga hazlo.” Hago lo que Daniel me dice y veo
cómo la profesora va tomando altura. “Ahora, para mantenerla arriba
va a ser mejor que extiendas la mano y apuntes hacia ella, con eso podrás
mantenerla ahí o podrás moverla por la habitación. La mano aumenta el poder a
los principiantes y a los de poder medio, ni yo sé hacer hechizos sin mover la
mano todavía. Por eso, normalmente, en las películas y eso la utilizan.”
Levanto la mano y muevo a la profesora
por encima de la clase; ella sonríe y me hace un gesto para que la baje.
“¿Y ahora qué, listo?”
“Lo mismo que con Úrsula, respira
e imagina que la bajas.” Bajo
a Luna, ella me mira sorprendida y yo le sonrío.
-Muy bien, ¿has estado
practicando?
-Sí -miento. Ella asiente y hace
otro gesto para que me vaya a mi sitio. Saco la libreta y apunto lo que Luna
pone en la pizarra, son consejos para hechizos que yo todavía no he aprendido a
hacer, pero los apunto porque seguramente algún día los necesitaré. Lo que me
gusta de las clases de Luna es que con ella te diviertes, los conjuros son fáciles
con ella.
Ella enseña control de tierra,
aparte de cosas sencillas como lo que acabo de hacer; Alan, control de agua;
Christopher, control de aire y Anabel, control de fuego. Todos y cada uno de
ellos saben utilizar los cuatro elementos, pero cómo no, enseñan el mejor que
se les da. Tenemos cuatro horas a la semana con ellos, y las demás horas
restantes hacemos clases normales. Antes, según Daniel, tenían clases por las
tardes, pero vieron que eso agobiaba al alumnado y que no ayudaba en lo más
mínimo, así que las quitaron.
Saco la agenda para mirar que
toca después, todavía no me he aprendido el horario. Almuerzo, se me había
olvidado. Es viernes otra vez, ha pasado ya una semana desde que he empezado y
ya hace una semana que todo el mundo sabe quién soy yo. Ya he tenido: dos horas
de control de fuego, una hora de matemáticas, una hora de historia y dos
horas de control de tierra. Debería de haber tenido control de tierra en las
dos primeras horas, pero Luna le había pedido a Anabel que le cambiara las horas
porque tenía unos asuntos pendientes.
Suena el timbre y me levanto con
la intención de hablar con Daniel de lo ocurrido, me encantó que me besara,
pero jamás admitiré eso delante de él hasta oír la razón.
-Daniel, me gustaría hablar
contigo en privado -digo acercándome a su mesa. Él asiente un poco extrañado,
pero coge sus cosas y sale de la clase conmigo. Esperamos a que todos entren en
el comedor y Daniel y yo nos detenemos en una esquina cerca de esta última
sala.
-Date prisa, tu padre se dará
cuenta de que no estás ahí -dice mirando hacia el pasillo.
-¿Por qué hiciste lo de antes? -Al
oír mi pregunta me mira algo desconcertado y con los ojos como platos, pero a
los pocos segundos se le pasa.
-¿No te querías vengar de Úrsula?
¿Qué mejor forma que esa?
-¿Fue solo por eso? -Todas las
esperanzas y sueños que había tenido hacía un momento me caen en la cara como
un cubo de agua fría. Las lágrimas quieren salir, pero soy una experta en
mantener el semblante exactamente igual que siempre, aun teniendo ganas de
salir corriendo, así que las mantengo sin mucho esfuerzo.
-Sí… ¿Qué pensaste que fue?
-No lo sé -digo con un nudo en la
garganta. Parece que él no se da cuenta de todo lo que está pasando dentro de
mí justo en este momento-. Solo pensé que era otra cosa. Como a mí me tratas
diferente y te preocupas por mí y esas cosas…
-¡Solo me preocupo por ti porque
eres la hija del Maestro!
-Pues conmigo sonríes y dice
Arthur que nunca sueles hacer eso.
-Intento ser simpático.
-¿Y para ser simpático dices
cosas como…”Cada vez que tengas miedo, cada vez que necesites a alguien, para
cualquier cosa, siempre llámame a mí, que seré cualquier cosa que tú necesites”?
-Pensé que estabas dormida…-dice
en un susurro que él espera que yo no haya escuchado.
-¿Qué?
-¿Cuándo, supuestamente, dije
eso?
-Cuando te acostaste conmigo para
que no llorase más.
-Me tumbé al lado tuyo, eso es
verdad, pero no dije esas palabras. Jamás te diría eso a ti, solo eres un bicho
raro a la que tengo que soportar.
-¿Cómo has dicho? -pregunto
soltando una lágrima, es demasiado. No sé el porqué, pero sé que esas palabras
en su boca son como ácido para mí.
-Pues que eres…
-Ya te he oído, solo es que no me
puedo creer que tú me hayas dicho eso, pensé que eras mi amigo.-Salgo corriendo
hacia la cafetería, me planto delante de todos con el rostro lleno de pequeñas
gotitas de agua salada que se deslizan para desaparecer. Y en lo único que
puedo pensar es en que yo quiero desaparecer como ellas-. Me quiero ir de aquí
y como no me dejes me iré yo por mi propia cuenta.-Mi padre se levanta sorprendido
con la intención de preguntarme qué es lo que me ha pasado, pero alguien se la
quita de la boca.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué
lloras? -pregunta sobresaltado Arthur. Se acerca a mí corriendo y me abraza muy
fuerte. Agradezco este abrazo ya que sé que él jamás me llamará bicho raro, ni
me insultará, ni me dejará por nada del mundo. Lo miro a los ojos para que sepa
que aquí no se lo voy a contar. Él me mira durante unos segundos más y luego
asiente con la cabeza
-Me quiero ir -repito.
-No puedes, es peligroso.
-Me da igual, aquí soy infeliz,
quiero volver con mi madre. Quiero saber cómo está.
-Tu madre está bien.
-¿Cómo lo sabes?
-¿Qué cómo lo sé? Pues fácil, lo
sé.-Lo miro y me doy cuenta de que no vale discutir con él. Yo estoy mal, él no
quiere que me vaya, en fin, que hasta yo sé sumar dos más dos. Intento
deshacerme de los brazos de Arthur y salgo con paso lento hasta que él cierra
las puertas tras de sí y yo vuelvo a salir corriendo, pero esta vez a mi
habitación. Me caigo en la cama boca abajo y empiezo a llorar
desconsoladamente.
-Beatriz… Cuéntame lo que ha
pasado.
-¿Por qué me pasan estas cosas a
mí? -pregunto girándome, sentándome en la cama y colocándome entre los brazos
de Arthur.
-¿Todo esto tiene algo que ver
con el beso de esta mañana entre Daniel y tú?
-¿Cómo sabes tú eso?
-Pues porque os vi -responde con
una sonrisa triste.
-La verdad es que sí que tiene
que ver… Me ha dicho que soy un bicho raro y esas palabras me han dolido más
que nunca -me limpia las lágrimas y hace que le mire a los ojos.
-Te juro que yo jamás te diré
esas cosas y si alguien te lo vuelve a decir, no llores, porque tú no eres un
bicho raro, eres una princesa hermosa encerrada en un estúpido castillo lleno
de dragones.
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